Cuando se oye hablar a Luis Molina Achécar se puede llegar inadvertidamente a la conclusión de que ser un banquero de éxito es un hecho sencillo.
Lo único por lo que habría que hacer algún reparo es por el tiempo: unos 50 años entre ingreso y ascenso hasta las posiciones señoriales (aquellas en las que a uno le dicen “señor fulano”); a veces esto incluye el apellido, “señor Molina”, o el don en lugar de señor.
Es, desde luego, bastante difícil encontrar hoy día a una o a varias personas con la paciencia suficiente para aguantarse cuatro años alimentando un negocio, insuflándole entusiasmo, hasta ponerlo en condiciones de ir adelante con su propia vitalidad.
Para hacer una botella de cristal hay que soplar, pero no es sólo insuflar aire y ya. Se necesitan otras destrezas que se aprenden con el oficio.
Y puestos a contar, han sido muchos años, décadas, las acumuladas sobre las costillas de Molina Achécar hasta alcanzar la condición de presidente del Consejo de Directores del Banco Hipotecario Dominicano, comúnmente conocido por las siglas BHD, una de las entidades financieras en la cúspide de la banca dominicana.
Con andador
Antes de revisar las respuestas, puntos de vista, anécdotas y reflexiones contenidos en una entrevista concedida por el banquero a tres periodistas —Ányelo Mercedes, José Monegro y Miguel Febles— en una de las oficinas del banco, recurro al arsenal de la memoria y decido dejarle las preguntas y respuestas a Ányelo.
De todos modos, durante el ping-pong quedé convencido de que para ser un banquero de éxito es suficiente con dos o tres aforismos y la suerte de hallar a un “papá profesional” en el camino (esos que te tratan como a un hijo, te enseñan y reflexionan los riesgos, te apoyan cuando tropiezas y toman decisiones complicadas delante de ti).
“Nunca traiciones el primer pensamiento”.
Este aforismo salió a la luz en varias ocasiones, especialmente relacionadas con el relato de situaciones apretadas.
“Al barco que no tiene dirección ningún viento lo favorece”.
Este otro lo usó en la parte final de la entrevista y para entonces ya estaba convencido de que los mantras de la personalidad (así entiendo los aforismos de auto acondicionamiento) habían sido una de las armas secretas de su realización personal.
Samuel Conde, líder de lo que eran las bases de un banco cuando Molina Achécar ingresó en 1972, se convirtió con el tiempo en lo que se ha denominado en estas notas “papá profesional”.
Cuando lo oía hablar de este hombre abrí en la memoria una novela de Rudyard Kipling —Kim— ambientada en la India de inicios del siglo xx en la que un lama tibetano significó para el protagonista el maestro, la figura paterna de la que había carecido por la muerte del progenitor.
La fórmula del banquero parece sencilla, pero no lo es. Para no traicionar el primer pensamiento hay que haber tenido un pensamiento, que no es poca cosa.
Guiarse por las intuiciones ayuda a ponerse a salvo en el momento propio, no en el de los otros. Enseña a cogerse de un hilo invisible para ir adelante.
En pocas palabras, Molina Achécar es un intuitivo que alcanzó el éxito en el sector financiero —al que llegó como ingeniero estructuralista— como lo hubiera hecho en cualquiera otra vertiente profesional trabajando duro y acogiéndose a sus premoniciones.
Sin una finalidad las acciones carecen de sentido, por esto en algún momento hay que establecer un fin en la vida. Hay que tener una dirección, como Colón, cuando salió un día 3 de agosto de Puerto de Palos de Moguer con la idea de saquear Cipango, una isla legendaria llena de oro, pero encontró un continente desconocido para Europa y lo saqueó, desde luego. Otro se jodió.
Tenía una dirección y los vientos alisios lo favorecieron. Si lo hubiera cogido un huracán entre agosto y septiembre otra hubiera sido la historia.
1,000 Dólares ganados en un seminario.
Con este dinero se compró Molina Achécar su primer carro, según su memoria.
Samuel Salustiano Conde Sosa, ingeniero, académico y durante un período de su vida empleado del Banco Interamericano de Desarrollo, fundó en 1972 el Banco Hipotecario Dominicano junto a otros empresarios.
En el decenio 80 se encontraba empeñado en llevar adelante esta entidad financiera especializada, pero las turbulencias económicas de la denominada “década perdida” acaso hubieran arrollado sus intenciones como lo hizo con muchas otras en el país. Le imprimió un giro y el BHD se convirtió, en cambio, en el primer banco múltiple dominicano. En este punto encajó Molina Achécar.