El delta del Ebro es un ecosistema sometido a presiones cada vez más importantes. La erosión causada por eventos meteorológicos como los vividos estos últimos días es uno de los dos frentes abiertos, el otro es la falta de sedimentos procedentes del río. Las autoridades tratan de remediar el asunto pero las soluciones no convencen a los ecologistas.
El “no” de los ecologistas. La ONG Ecologistas en Acción ha mostrado recientemente su rechazo al plan catalán para restaurar el delta del Ebro, el llamado “plan holandés”. Los ecologistas consideran que se trata de un parche que no soluciona el problema de raíz: el delta pierde sedimentos a un ritmo más rápido del que los recibe.
El plan holandés. La solución propuesta por la Generalitat catalana se basa en el modelo implementado en los Países Bajos para solucionar la erosión costera. La idea es utilizar dragas para extraer arenas y otros sedimentos del lecho marino y reforzar con ellos la costa.
En países bajos el plan implicó el traslado de 35 millones de metros cúbicos de material para reforzar la línea costera frente a la erosión en un país donde ésta puede causar estragos en el largo (y no tan largo) plazo.
Pensar a lo grande. Los 11 millones de m³ que contempla el plan para el delta mediterráneo podrían parecer escasos comparados con la cifra anterior, pero parte del debate hasta ahora ha tenido que ver con la necesidad de llevar a cabo una acción contundente que asegure la pervivencia de este ecosistema durante años.
Esta era la opción defendida por las autoridades catalanas, mientras que la administración central se inclinaba por acciones puntuales que recurrían no a la recogida de arenas del lecho marino sino extraídas en playas. El plan contaba con el apoyo de la Taula de Consens pel Delta, organismo que agrupa a diversas partes interesadas del entorno, tanto públicas como privadas.
A pesar de ello, los ecologistas se han referido a este plan como “pan para hoy y hambre para mañana”, un mero parche.
Ecos de la aridificación. El motivo es que los sedimentos que conforman el delta del Ebro no son sedimentos procedentes del mar Mediterráneo, sino los arrastrados por el río Ebro a lo largo de su recorrido. Si el delta del Ebro no se mantiene es por el creciente desequilibrio entre el decreciente volumen de sedimentos que arrastra este y el creciente volumen de ellos arrancado por el mar.
Eventos como los vividos hace unos días en la costa de Tarragona son un ejemplo de un problema que los expertos creen irá a más por culpa de la proliferación de fenómenos meteorológicos extremos debida al cambio climático.
Los ecologistas se centran sin embargo no en la erosión sino en la escasa llegada de sedimentos. La explotación de recursos hídricos del río, concretamente la existencia de numerosos embalses a lo largo y ancho de la cuenca hidrográfica, sería la principal culpable de esta situación.
Difícil equilibrio. Después de padecer una de las sequías más duras que se recuerdan en la península Ibérica y ante el hecho de que se espera que vengan peores, no resulta difícil ver el problema: necesitamos infraestructuras hídricas para protegernos de estas sequías tanto como el delta necesita de sus sedimentos.
Los embalses fueron protagonistas de una de las grandes polémicas de la pasada sequía, cuando se extendió la idea de que el Gobierno central estaba destruyendo pantanos, cuando en realidad implementaba una política europea para facilitar la recuperación de cauces fluviales a través de la eliminación de azudes y presas cuya función no era la de crear pantanos para la captación de aguas de uso consuntivo.
Si bien la eliminación de obstáculos podría facilitar en principio la recuperación del delta, la defensa de la eliminación de embalses en el presente contexto es un caso difícil. Esto implica que, si bien este “plan holandés” pueda ser, de hecho, un mero parche, se trata por ahora de la única opción realista a la hora de mantener vivo un ecosistema clave en la costa mediterránea.