Ay, el verano. Vuelve el calor, el helado, las piscinas, los atardeceres a las tantas, las vacaciones (si Dios quiere) y, por supuesto, vuelven las abejas. Sí, las abejas. Porque, pese a que llevamos años detrás del declive de estos insectos, siguen aquí.
Por fortuna para el equilibrio ecológico de nuestras ciudades y por desgracia para todos aquellos que se van a llevar un buen puñado de picaduras este verano.
Uno de los grandes mitos urbanos. Y es que la relación entre las piscinas y las abejas es tan íntima que, a su alrededor, se ha generado uno de los grandes mitos urbanos en torno a ese mundo: que, como dice Jake Rossen, no hay mejor forma de huir de un enjambre de abejas que meterse en el agua.
Y no, no parece buena idea. Al menos, eso dice Justin Schmidt. Y Schmidt no es un cualquiera. Este especialista en comportamiento de insectos del Southwest Biological Institute de Tucson es autor de la primera lista de picaduras ordenadas por dolor. Una lista que, ojo al dato, confeccionó dejando que decenas de bichos le picaran.
Pues bien: según Schmidt, no hay que «saltar a un cuerpo de agua para escapar de las abejas». ¿Por qué? Porque «esperarán a que salgas a la superficie». En una entrevista para Scientific American, el investigador explicaba un caso en el que «un enjambre de abejas se cernía durante horas sobre un hombre en un lago y lo picaban cada vez que salía a tomar aire».
¿Cómo? Pues sí. El hombre sobrevivió solo porque las abejas regresaron a su colmena después de la puesta del sol, pero el caso refleja de forma muy visual los problemas que puede entrañar meterse en el agua. No obstante, es un caso algo extremo.
No solo porque todo parece indicar que hablamos de una colmena muy grande (y no, precisamente en un entorno urbano); sino porque en las piscinas veraniegas esto se resuelve, normalmente, con las abejas picando a otros.
Así que demos un paso atrás… y preguntémonos por las cosas más básicas: ¿por qué pican las abejas? Esa es la clave de todo. Las abejas son un tipo de insecto social que se defiende con mucha agresividad. Si «pateas una colmena» o «bloqueas el acceso a su colonia, vendrán y te lo harán saber muy rápido».
Las abejas «no tienen candados, por lo que una de sus respuestas [defensivas] es tener un aguijón que produce dolor». Es decir, «la selección natural las ha hecho evolucionar es para dificultar» injerencias en su territorio. Y, de hecho, ni siquiera hace falta que la amenaza sea «real».
“Las abejas no forman imágenes de la misma manera que los humanos”, explicaba Schmidt. “Utilizan la visión principalmente para detectar movimiento, y los movimientos rápidos o bruscos cerca de sus nidos se interpretan como una amenaza”.
Consejos para que no nos piquen las abejas. Además de no molestarlas y, en caso de que lo hagamos accidentalmente, huir y ocultarnos en un lugar cerrado (como un coche), hay pocos consejos útiles. Vestirse con colores claros y estar atentos a su comportamiento son, según los expertos, lo mejor que podemos hacer ante un ataque de este tipo.