El planeta Tierra cada vez se parece más a una urbanización en la que la piscina se está poniendo verde mientras los vecinos siguen ensuciándola y echándose la culpa unos a otros. Esa piscina, por supuesto, es el mar, y lo de que se está poniendo verde es literal. Esa es, al menos, la conclusión a la que llega un nuevo estudio recién publicado en Nature.
Según este estudio realizado por científicos de la Universidad de Southampton, el mar está cambiando progresivamente de color hacia tonalidades verdosas. El fenómeno es especialmente intenso en las latitudes cercanas al ecuador y es un problema más importante de lo que parece.
“La razón por la que nos preocupa no es porque nos preocupe el cambio de color en sí, sino porque este color es reflejo de cambios profundos en el ecosistema”, explica BB Cael, científico en el centro oceanográfico de la Universidad de Southampton y uno de los autores del estudio.
¿Cuál es el origen de este cambio de color? La respuesta es el fitoplankton. Los océanos tienen diferentes tipos de Plankton, y las poblaciones de estos organismos microscópicos son cruciales para el buen estado de salud del agua y del resto de seres que la habitan. El equilibrio de las poblaciones de Plankton es fácil de estudiar desde el áire porque cada especie tiene diferentes pigmentos y absorbe la luz de manera diferente, provocando sutiles cambios en la tonalidad del agua. El equipo de Cael ha estudiado esos cambios valiéndose de más de 20 años de datos aportados por el satélite Modis-Aqua de la NASA.
Los investigadores han comparado la evolución actual del color de los océanos con un modelo computerizado que calcula la evolución que tendría el mar si los seres humanos no hubiéramos provocado los cambios de temperatura producto de lo que hoy llamamos calentamiento global. El resultado es que nuestra intervención en este planeta está haciendo que los mares sean cada vez más verdosos. Los investigadores son conscientes de que los cambios probablemente no tengan que ver solo con el Plankton. Los microplásticos que arrojamos al océano también tienen potencial de alterar la luz que se refleja en el agua.
“No son cambios masivos que estén destruyendo el ecosistema”, explica Cael, “pero son cambios que aportan una evidencia más de que la actividad humana está afectando a partes de la biosfera de maneras que no esperábamos y que apenas hemos comenzado a comprender”.
En 2024, la NASA tiene previsto lanzar un nuevo satélite llamado PACE (Plankton, Aerosol, Cloud, ocean Ecosystem) que analizará precisamente estos cambios midiendo los cambios de tonalidad en más detalle. Hasta entonces, el cambio de color de los océanos es solo una luz roja de alerta más en un cuadro de mandos, el de nuestro planeta, que cada vez tiene más luces rojas.