BARCELONA — El Barcelona llega a diciembre en una situación límite como no apenas recuerda en la Champions League, necesitado de dar el golpe frente al intocable Bayern Munich. El 5 de diciembre de 2006 fue la última vez que el equipo azulgrana disputó la última jornada de la fase de grupos arriesgándose a quedar fuera de los cruces, enfrentado aquella noche a un equipo alemán, el Werder Bremen, en el Camp Nou necesitado de ganar para pasar ronda. Lo hizo y cumplió con un objetivo de mínimos que lleva resolviendo desde 2002 en la máxima competición, torneo en el que este miércoles volverá a jugarse el ser o no ser.
Quince años después no cuenta con Ronaldinho, autor del 1-0 que abrió la victoria sobre el Werder, ni con Deco, Márquez, Andrés Iniesta o Giuly, protagonistas destacados de aquella noche en la que un joven Lionel Messi, lesionado, tuvo que ver junto a Samuel Eto’o y otros 95 mil aficionados, el paso al frente del equipo entonces dirigido por Rijkaard.
Esta vez tampoco estará Messi, no queda nadie de aquella plantilla y Xavi, quien jugó los últimos veinte minutos en 2006, dirigirá a un Barça con la soga al cuello, huérfano de gol, sin Ansu Fati y sin el apoyo incondicional de su afición.
Se la jugará en Munich, donde nunca ganó, y aunque lo hará sin público en las gradas y frente a un rival ya clasificado como primero esa circunstancia no debería ser puesta en el plano si se recuerda que la última vez que se enfrentó ante el Bayern a puerta cerrada, en Lisboa, recibió el peor varapalo (2-8) de su historia en Europa.
Y se la jugará presentando un bagaje tan inaudito como indigno de su leyenda: dos goles marcados en cinco jornadas frente a un rival que suma 19 y que cuenta sus partidos por victorias, capaz de arrasarle en el Camp Nou y de pasar como un vendaval por Lisboa para apabullar con la misma suficiencia al Benfica… Que buscará su colaboración para descabalgar a los azulgranas del segundo puesto: una victoria del equipo portugués sobre el desahuciado Dynamo Kiev combinado con un tropiezo del Barça en Munich provocaría ese rebase tan temido en el club español.