El Atlas, la prueba de porqué Dios es un hereje del fútbol

A Dios no le gusta el fútbol. El Atlas es una prueba irrefutable de ello.

ESPN.-LOS ÁNGELES.- de gustarle a Dios el fútbol, el Atlas habría sido ya nuevamente campeón. Y el 22 de abril pasado, su único título fue confinado ya al pabellón de geriatría del futbol mexicano al cumplir 70 años de aquella gesta.

Su afición tiene un credo, mitad catarsis y mitad cinismo: “Le voy al Atlas hasta cuando gana”. Paráfrasis que es herencia de un brasileño, ex jugador de Santos, de Brasil, de América, de Toluca, y claro, del Atlas. Ney Blanco de Oliveira se naturalizó en Cocula, Jalisco, y su cobijo era un gabán rojinegro, con el que acudía, como comentarista de Notisistema, al Estadio Jalisco.

Curiosamente, todo jesuita avecindado en Jalisco, tenía un martirio franciscano: era fanático del Atlas. El Padre Gonzalo García Verea, a quien el cardiólogo terminó por prohibirle ir al estadio, ver o siquiera escuchar los juegos del Atlas, tras una cirugía a corazón abierto (“el médico que me operó era de Chivas”), bromeaba, en esa encrucijada pagana ante los altares de Dios y los altares del Club del Paradero.

“(Irle al Atlas) es la mejor forma de ganarse el Cielo porque los atlistas vivimos en un purgatorio constante. Jesús lo dijo de manera incompleta en el Sermón de la Montaña: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu —y de títulos—, porque de ellos será el Reino de los Cielos’”, bromeaba García Verea, un personaje brillante en la docencia y la filosofía jesuita.

El Atlas tiene 70 años de no ser campeón del futbol mexicano. Getty Images
El Atlas, esa cofradía del sufrimiento, legión de una pasión que mientras más matan, menos se muere, fue cedida en adopción en 2013. Los malos padres lo entregaron a padres malos. Si en un tiempo sufría por amor pernicioso, después desfallecería por desamor pernicioso, bajo el control de TV Azteca y ahora el Grupo Orlegi.

Desvinculado de sus 126 socios y accionistas, tras una desastrosa administración de un político priísta, como Eugenio Ruiz Orozco, terminó en manos de TV Azteca. Y lo que ya estaba mal, empezó a estar peor. La empresa televisiva, entonces tenía intereses en Morelia (hoy Mazatlán), Chiapas y comenzaba a inmiscuirse en Puebla. Atlas quedó en manos de Gustavo Guzmán. Fue como entregar a Herodes el pesebre, con todo y los pastorcitos de Belén.

Irónico a todas luces, cuando el pasado del Atlas consigna haber sido el equipo que más dirigentes ha aportado a la Federación Mexicana de Futbol, algunos tras bambalinas y otros directamente en la silla de la presidencia, como Felipe Zetter, Juan de Dios de la Torre, Alberto de la Torre, y Francisco El Cuico Ibarra.


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Víctima de abandono, de negligencia, de incompetencia, y de estulticia, el Atlas se convirtió en un estorbo. Grupo Orlegi entra al relevo. Pero, el Atlas termina siendo, nuevamente, el hijo bastardo, el arrimado, dispuesto a recibir las prendas usadas y zurcidas de su nuevo hermanastro, el Santos. Para colmo, la única ropita dominguera que le hereda, Julio Furch, llega y se lesiona.

¿Podrá Grupo Orlegi sacar al Atlas de ese leprosario del fracaso futbolístico? Alejandro Irarragorri ha insistido en Diego Cocca. Alguna vez lo estigmatizó pomposamente, hasta dejar duda sobre si lo hizo con sorna, al llamarlo “el Guardiola de América”. Pobre Pep, ni Mourinho lo sobajó tanto.

Este domingo, el América sacó a flote los parásitos del pánico que habitan en Cocca. Planteamiento ratonero, aún con un hombre más sobre la cancha, y termina perdiendo 1-0 ante las Águilas, que se dan el lujo de fallar un penalti, cortesía del siempre equivocado Roger Martínez.

Vuelven a quedar en evidencia, y bajo sospecha, la presencia de refuerzos como Gonzalo Maroni, un cartucho quemado en los bajos fondos del futbol de Italia, y a quien le entregan la número “10”, esa, la alguna vez sagrada camiseta cuando la portaba Pepe Delgado. Y por citar otro más de los supuestos refuerzos, que rayan lo patético, aparece Franco Troyansky, cuya mejor carta recomendación es que su hermano Fernando pululó en clubes de medio pelo en Austria.

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1dRafa Ramos
Si bien con Santos Laguna, Irarragorri ha tenido éxito, su gestión con el Atlas comienza con un evidente desapego a las exigencias de un equipo que aportó desde dirigentes de peso en el futbol mexicano hasta la columna vertebral de la selección mexicana durante años, con Oswaldo Sánchez, Rafa Márquez, Pável Pardo, Jared Borgetti y después Andrés Guardado.

Sin embargo, Grupo Orlegi merece la tolerancia del tiempo. Santos Laguna ha trabajado de manera eficiente con fuerzas básicas, y ese método empieza a retomarse con el Atlas, que fue durante mucho tiempo el abastecedor de otros equipos, y claro, esa generación de impacto en el Tri, producto de uno de los mayores aciertos del equipo en la época de Francisco El Cuico Ibarra: la llegada de Marcelo Bielsa, y una revolución en el trabajo en la observación y reclutamiento de jugadores.

Desde aquel título, el 22 de abril de 1951, con gol de Edwin Cubero, el Atlas se ha arrimado a dos subcampeonatos. En 1965-1966, América terminó campeón con dos puntos por encima en la tabla, y en 1999, otra vez, Enrique Meza con el Toluca, le gana la partida a Ricardo LaVolpe.

Lo que parece imposible que Orlegi le devuelva al Atlas, es el sello de su futbol. Aquello de La Academia, Los Niños Catedráticos o Los Amigos del Balón, por su futbol vistoso y agresivo, ha quedado en el anecdotario. Sus mejores momentos de futbol ocurrieron recientemente con el mismo Bielsa y con LaVolpe, en su primera gestión. Antes de ellos, memorable la época de Alfredo El Pistache Torres.

Por lo pronto, con refuerzos extranjeros adquiridos en el mercado de baratijas, y con un entrenador presa del pánico rápidamente, como Cocca, “el Guardiola de América”, parece aún lejano el día en que Atlas vuelva a ser campeón.

Su afición ahí sigue. En ese apostolado sadomasoquista, permite que se le llame “La Aflicción”, mientras defiende a muerte, devota, ser el epítome de la lealtad al ser considerada como “La Fiel”. Mientras tanto, como epitafio anticipado de todo buen rojinegro, la sentencia quedó ahí: “Le voy al Atlas hasta cuando gana”.

El irlandés, George Bernard Shaw, coincidía con el Padre García Verea y el perfil psicológico de los Rojinegros: “El sufrimiento más intolerable es el que produce la prolongación del placer más intenso”. 70 años así y contando…

¿Verdad que a Dios no le gusta el futbol? Porque, de gustarle, de apasionarle, por respeto, por admiración, por reconocimiento, por clemencia, por compasión, por méritos, el Atlas ya debería haber vuelto a ser campeón, como aquel 22 de abril de 1951.