El aire acondicionado tiene un enorme problema y, de hecho, ese problema va a protagonizar una de las grandes batallas de la primera mitad del siglo: mientras surgen regulaciones estatales para limitarlo por su «enorme» impacto climático, las tendencias dicen que el número de máquinas y la energía que dedicamos a la climatización no van a parar de crecer en las próximas décadas.
Bill Gates sabe que ahí (en el confort térmico de la población) se juega buena parte de la transición energética y, por eso, está intentando solucionarlo.
Vivir sin calor. Pese a lo polémico que es todo lo que envuelve a la regulación del aire acondicionado, lo cierto es que en 2021 (el último sobre el que he encontrado datos) los españoles con aire acondicionado en casa no llegaban al 40%. Esto es interesante porque da buena cuenta de lo limitado que está aún el alcance mundial de los sistemas de climatización masivos y pone en perspectiva la idea de que, con ese alcance, ya representa el 4% de las emisiones de efecto invernadero.
Pero el mundo se calienta y los informes de instituciones como la Agencia Internacional de Energía (AIE), señalan que el uso de energía destinada a la refrigeración en edificios se ha duplicado desde el año 2000 y que, de aquí al año 2050, el mundo pasará de 3.600 millones de equipos de refrigeración en uso a 14.000 millones. La conclusión está clara: el mundo tiene calor y quiere vivir sin él (cueste lo que cueste).
«Una carrera brutal». Eso es precisamente lo que ha hecho que muchos gobiernos pongan en marcha iniciativas para reducir drásticamente los gases escondidos en neveras y aires acondicionados. La Unión Europea aprobó su propio reglamento en 2014 y busca una reducción del «78%». Eso, como decía la especialista del CSIC, Teresa Cuerdo, ha disparado «una carrera brutal por encontrar la forma más eficiente de climatizar los edificios y reducir las emisiones». Con resultados desiguales, habría que decir.
¿Qué pinta Bill Gates en todo esto? Pues que el magnate norteamericano, a través de su fondo Breahtrough Energy dedicado a acelerar la innovación en materia energética, acaba de invertir 20 millones de euros en una de las start-ups más prometedoras en esto de crear aires acondicionados de menor impacto climático: Blue Frontier.
Frente a los clorofluorocarbonos e hidroclorofluorocarburos tradicionales (que eran perjudiciales para la capa de ozono) y las alternativas actuales que tienen un impacto climático mayor, Blue Frontier está trabajando en un diseño que usa una solución salina como desecante líquido para la refrigeración. Eso le permite no solo utilizar hasta una quinta parte menos de las sustancias problemáticas, sino reducir la factura energética entre un 50 y un 90%.
¿Conseguiremos vencer al calor?. No tengo claro si Blue Frontier ha dado con la clave para reducir los enormes problemas climáticos del aire acondicionado, lo que sí tengo claro es que el sector no deja de moverse y, en los últimos años, la innovación está siendo brutal. Muchos expertos señalan que este tipo de enfoques son casi pensamiento mágico («solucionismo tecnológico»); sin embargo, y sobre esto sabemos mucho en Xataka, sin ser la panacea absoluta, no hay nada más poderoso en el mundo que una tecnología a la que le ha llegado su momento.