La salud mental ha tenido una historia muy oscura en Dinamarca. Un estudio de 2014 sugiere que el 40% de las mujeres y el 30% de los hombres daneses han recibido tratamiento por un trastorno de salud mental en algún momento de su vida. Hace más de 60 años, la comprensión que se tenía de lo que sucedía en el cerebro era aún más limitada. Entre 1930, la lobotomía, por ejemplo, era un procedimiento común que se realizaba sin el consentimiento de los pacientes o sus familiares. Todo esto nos lleva a una curiosa historia del país nórdico sobre ciencia, psiquiatría y ética.
O cómo 10.000 cerebros humanos acabaron en un sótano de Dinamarca.
En 1945, el año que la paz llegó a Dinamarca tras la Segunda Guerra Mundial, dos médicos tuvieron una idea: «¿Qué pasaría si se extrajeran los cerebros de aquellos que mueren en los hospitales psiquiátricos y se conservaran?». Esa propuesta les llevó a crear la colección más grande de cerebros del mundo. Ese mismo año fundaron el Instituto de Patología Cerebral en Risskov, con la esperanza de que los futuros médicos pudieran volver a examinarlos una vez la ciencia hubiera avanzado.
El resultado es que en un frío y gris sótano de la Universidad del Sur de Dinamarca, una de las más grandes del país, hay filas interminables de estantes con contenedores blancos numerados. En cada uno de ellos hay un cerebro humano preservado en formol. En total, 9.479.
Estos fueron extraídos durante las autopsias de pacientes que murieron entre 1940 y 1980. Y aún hoy, permanecen ahí, esperando y representando parte de la historia mental danesa. Hay 5500 cerebros con demencia, 1.400 con esquizofrenia, 400 con trastorno bipolar, 300 con depresión, etc.
El procedimiento era sencillo: después de las autopsias, los médicos extraían el órgano del cadáver antes de enterrarlo, lo examinaban y escribían anotaciones detalladas en lo que se conoce como los «diarios del cerebro». Muchos fueron enviados desde hospitales estatales de toda Dinamarca. Luego se almacenaban en cajas durante semanas antes de ser cortados en pedazos y puestos en una solución de formaldehído para su conservación.
Thomas Erslev, consultor de investigación de la Universidad de Aarhus, estima que la mitad de todos los pacientes psiquiátricos de Dinamarca contribuyeron, sin saberlo y sin consentimiento, con sus cerebros. «Sabemos quiénes fueron los pacientes, dónde nacieron y cuándo murieron. También contamos con los diagnósticos que les hicieron y los informes de los exámenes neuropatológicos postmortem», explica Martin Wirenfeldt Nielsen, actual director de la colección de cerebros en la Universidad del Sur de Dinamarca en este artículo de BBC.
Sin embargo, la colección tuvo que detenerse por motivos económicos en 1982 y acabó trasladándose a otra ciudad, Odense, en 2017. La mudanza hizo que la existencia de esta colección, que se había mantenido en secreto de la sociedad danesa, viera la luz.
El debate ético sobre la colección
El descubrimiento de este banco de cerebros daría inicio a uno de los primeros debates sobre ciencia ética en Dinamarca y sobre un tema que había estado al margen durante años: la salud mental. Pero, el principal problema y origen de las críticas fue que los cerebros habían sido almacenados sin el consentimiento previo de los pacientes ni de sus parientes cercanos.
Además, hay que entender que en aquel entonces, los pacientes psiquiátricos tenían muy pocos derechos. De hecho, en ocasiones recibían tratamientos sin ningún tipo de aprobación. Una investigación de 2022 reveló que gran parte de los pacientes habían sufrido agresiones durante el período. Se cree que los pacientes debían someterse, entre otros procedimientos, a esterilizaciones forzadas y lobotomías.
«Se podía recibir tratamiento sin decir sí a ese tratamiento en particular y los pacientes no eran vistos como iguales a otros daneses en ese momento», explica Jesper Vaczy Kragh, investigador principal en el Centro de Copenhague para la Investigación de la Salud en Humanidades (CoRe), en este artículo de Euronews.
La polémica se alargó durante años, en los que se discutió qué hacer con la colección. Dado que los cerebros habían sido recolectados sin el consentimiento de los pacientes y sus familiares, muchos defendieron que no era recomendable mantener la colección desde el punto de vista ético.
Es por eso que se propuso destruir los órganos o enterrarlos junto a los pacientes. Pero otro obstáculo era identificar todas las tumbas de los cuerpos a los que pertenecían esos cerebros. Incluso se llegó a proponer hacer un entierro masivo de todos los cerebros en un solo lugar.
Después de varios años, el Consejo de Ética de Dinamarca decidió que era éticamente aceptable que se usaran para la investigación científica sin necesidad de contar con el consentimiento de las familias. Eso quiere decir que hoy en día la colección y toda su documentación están disponibles para cualquier investigador y la Universidad del Sur de Dinamarca está trabajando para digitalizar esos registros para mejorar su acceso al público.
Los expertos creen que esta colección ofrece muchas ventajas a los investigadores. Además de dar información y muestras de casos de diferentes grupos demográficos, les permite estudiar los efectos del tratamiento psiquiátrico moderno, ya que algunos de los cerebros pertenecen a personas que nunca recibieron medicina moderna.