Descubren que los hongos pueden hablar

Hace tiempo que se sabe que los hongos emiten señales eléctricas que podrían servirles para comunicarse. Algo así como las que viajan a través de las neuronas de los seres humanos. No obstante, un nuevo estudio, publicado en The Royal Society Open Science, ha encontrado la forma de traducir los picos de esas señales eléctricas en una especie de lenguaje. Casi como si fueran palabras en el método de comunicación hablada que usamos los humanos. Por lo tanto, podría decirse que han descubierto cómo hablan los hongos.

Lógicamente, no estamos ante un lenguaje que pueda traducirse al humano, como cuando pasamos del inglés al español. Tampoco es un medio de comunicación consciente. No obstante, estos científicos creen que clasificar como palabras los patrones en los picos de las señales eléctricas de los hongos puede ayudar a entender mejor para qué sirven.

Además, es de lo más curioso. Ellos mismos reconocen que, más allá de las aplicaciones que pueda tener su hallazgo, les resultaba divertido dotar de un lenguaje a los hongos. ¿Pero cómo lo han hecho exactamente? Y, más importante aún: ¿de qué hablan los hongos?

La red de comunicaciones de los hongos

Del mismo modo que las plantas cuentan con raíces que les ayudan a absorber nutrientes del suelo, los hongos tienen algo conocido como cordón micelar. Este es un conjunto de filamentos que les ayudan a invadir las raíces y la madera de los árboles, así como a acceder a lugares alejados en busca de recursos.

Pero también se ha visto que esta red conecta a unos hongos con otros y les permite enviarse mensajes. Como si de neuronas se tratara, las señales eléctricas pasan a través de estos cordones, con un objetivo que aún no se conoce del todo.

Un nuevo lenguaje

Para la realización del estudio se recogió la actividad eléctrica de cuatro tipos de hongos: los hongos fantasma (Omphalotus nidiformis), los hongos Enoki (Flammulina velutipes), los hongos branquiales divididos (Schizophyllum commune) y los hongos oruga (Cordyceps militaris). Para ello, colocaron pequeños electrodos en las zonas que estos hongos habían colonizado.

A continuación, se registraron los picos de actividad y se dividieron en grupos, según la longitud y duración de cada pico. De este modo se establecieron patrones que podían considerarse prácticamente como palabras.

Es curioso, porque del mismo modo que un alemán no habla igual que un español, o que incluso dentro de España en algunas comunidades se comen algunas letras, los hongos componían frases muy diferentes según su especie. Los hongos branquiales, por ejemplo, eran los que componían las oraciones más complejas. No obstante, la longitud de cada palabra tenía un promedio de 5,97 grupos de picos, lo cual no dista de idiomas como el inglés, con 4,7, o el ruso, con 6.