El ganadero Ramón Eugenio Medina, apodado «Papito» y de 60 años de edad, comenzó su rutina matinal como de costumbre, levantándose temprano para ordeñar a sus vacas. Mientras tanto, dejó la puerta de su casa, donde también dormían su familia y un amigo cercano, abierta. Fue entonces cuando un grupo compuesto por una mezcla de haitianos y dominicanos, conocido como un escuadrón de la muerte, irrumpió en su hogar, desencadenando así una tragedia.
Este trágico incidente es el cuádruple asesinato que tuvo lugar en la comunidad de La Gorra, Aminilla, ubicada en la provincia de Dajabón, el lunes 4 de septiembre. Durante mi investigación en esta provincia y otras zonas fronterizas como Elías Piña y Jimaní, en medio de la crisis con Haití debido a la disputa por el río Masacre, me detuve para indagar sobre este caso que ha conmocionado al país.
Medina fue golpeado brutalmente y luego fue sentado en una silla, con las manos atadas a la espalda a un poste en una envejecida estructura cubierta por ramas. Finalmente, le dispararon en la cabeza. Este doloroso relato me lo proporcionó Rodolfo Antonio Cabreja Bonilla, suegro de la víctima. Con lágrimas en los ojos, relató que su hija Carmelina Antonia Cabreja Ramos, de 49 años, y su nieto Daniel Medina Cabreja, de 19, fueron asesinados a tiros mientras dormían.
Milagrosamente, su otro nieto Cristian de Jesús López Cabreja, de 25 años, sobrevivió a pesar de haber sido herido. Sin embargo, el amigo de Cristian, Charli Veloz Quezada, de 17 años, quien había venido desde Moca para pernoctar allí y juntos se dedicaban a la venta de productos comestibles, no tuvo la misma suerte.
Cristian les suplicó a los delincuentes que no dañaran a su familia y, bajo amenaza, les entregó 70,000 pesos que estaban en el camión que utilizaban para vender salami y huevos. Después de presenciar a sus familiares muertos, intentó defenderse con una escopeta y fue herido, según la versión de su abuelo.
Cabreja Bonilla mostró los rastros de sangre en el suelo donde su yerno fue acribillado y describió cómo quedó su cabeza inclinada e inerte. Aunque hizo un relato valiente, estaba desgarrado por el dolor. Describió la escena como una pesadilla de muerte y un herido. Su voz se quebró por el llanto al recordar tan dolorosa pérdida y al no encontrar explicación para tanto sufrimiento en una familia que él describe como angelical.
Se cree que Medina fue sorprendido en el corral durante el ordeño, ya que dejó su gorra y lentes allí. Su nieto sobreviviente reveló que fue un haitiano quien disparó y mató al grupo. «Parecía un demonio», recordó haber escuchado decir a su nieto. El haitiano mencionó que habían venido a matar porque «los dominicanos son muy malos».
Unos 15 días antes de la tragedia, el perro de la familia fue envenenado, lo que lleva a Cabreja Bonilla a pensar que la trama ya estaba en marcha. Además, en la víspera del suceso, se vio a un haitiano merodeando en las cercanías que en una ocasión había robado una motocicleta de esa casa, y andaba con otros dos compatriotas con un comportamiento sospechoso.
Quedan muchas incógnitas sobre por qué los criminales irrumpieron en esta modesta vivienda, hecha de madera y zinc, sin lujos, con sencillos enseres del hogar. La casa modesta consta de varios espacios separados hechos de madera que incluyen una cocina, baño y almacén para alimentos de animales.
La banda robó una escopeta, teléfonos celulares, ropa y zapatos. Cabreja Bonilla, de 72 años, quien padece de presión arterial, se mostraba profundamente afectado y tuvo que hacerse cargo del cuidado y seguimiento de las actividades de sus familiares. Aunque afirma que no han recibido ayuda del Gobierno, agradeció la rápida actuación de las autoridades en este caso. Han recibido apoyo y solidaridad de todos los vecinos cercanos.