Resulta curioso, y los lingüistas darán fe de ello, ver las relaciones y cambios que surgen en los idiomas de todo el mundo con el paso del tiempo. De un siglo para otro, una misma palabra puede encontrarse con nuevos significados que antes ni siquiera se habrían imaginado y usos que amplían y enriquecen el conjunto del lenguaje. Un ejemplo destacado de estos cambios sería la palabra «gótico», que a lo largo de los siglos pasó de referirse a una serie de pueblos semi-nómadas de la vieja Europa a señalar una serie de movimientos arquitectónicos, culturales y sociales que nacieron en la Edad Media y perduran hasta la actualidad.
Etimológicamente hablando, el término gótico viene del latín gothicus y se utiliza para todo aquello “perteneciente o relativo a los godos”. Los godos eran una serie de pueblos nómadas (visigodos y ostrogodos eran los mayoritarios) que habitaban en el centro y el norte del continente europeo en la Edad Antigua y a los que los romanos agrupaban bajo la etiqueta de bárbaros. Mientras que algunos de ellos acabaron introduciéndose en el estilo de vida romana ya fuera porque su territorio fue conquistado o porque ejercían como mercenarios en sus ejércitos, otros se convirtieron en el azote del expansionismo romano.
En el año 476 el godo Odoacro saqueó la ciudad de Roma y destituyó al emperador Rómulo Augústulo, convirtiéndose en rey de Italia y provocando la caída del Imperio romano de Occidente. Este hecho es considerado como el inicio de la Edad Media, un periodo en el que nuevos reinos (muchos de ellos con godos a la cabeza) surgieron por toda Europa y la influencia de Roma y su cultura se diluyeron, dando lugar a nuevos estilos artísticos más centrados en el simbolismo religioso y la estética alegórica. Así, el mundo arquitectónico se vería afectado por estos nuevos estilos y las iglesias y catedrales abandonarían las austeras columnas y gruesos muros del románico para dar paso a edificios más estilizados, con grandes vidrieras que permitían pasar la luz y jugar con sus colores, bóvedas de crucería y arcos apuntados. Ya en el Renacimiento, periodo en el que se volvió la mirada hacia Grecia y Roma, los artistas llamaron a este estilo “gótico” en una clara referencia a los pueblos godos que provocaron la caída de Roma, al considerarlo burdo e inferior a las construcciones del mundo clásico.
Esta nueva terminología caló hondo en la sociedad y el término gótico empezó a ser sinónimo de oscuridad y superstición. En el siglo XVIII, el movimiento romántico colmó la creación literaria y artística de Europa con una narrativa tenebrosa en la que los autores abrazaban la abstracción de la realidad y la belleza de una naturaleza salvaje y mágica que guardaba sus secretos del alcance de simples mortales. La variante más oscura del Romanticismo, que llevaba sus rasgos estilísticos y su espiritualidad a su máximo exponente, dio lugar a un subgénero propio que, de nuevo, fue bautizado como literatura gótica y en ella destacaron autores como Horace Walpole o Edgar Allan Poe.