Cuatro meses después del peor incendio que se recuerde en la industria petrolera del país y en medio de una fuerte crisis energética, Cuba aún lucha por recuperar la capacidad de operación de su Base de Supertanqueros, la más importante de sus infraestructuras de almacenamiento de crudo en el país.
Mientras tanto los vecinos de zonas aledañas todavía viven con pánico y algunos esperan ser reubicados en viviendas construidas en áreas más lejanas.
El incendio que se inició el 5 de agosto por la caída de un rayo en uno de los tanques rebosantes de crudo se extendió y tardó una semana en ser sofocado. Dejó tras de sí 16 muertos, más de un centenar de heridos y afectaciones en la infraestructura.
Los daños materiales alcanzaron unos 66 millones de dólares, informó este viernes Rigel Rodríguez, director de la Base de Supertanqueros de Matanzas -a unos 100 kilómetros al este de la capital y junto a la bahía del mismo nombre- antes de un recorrido por el lugar de un grupo de periodistas.
Se perdieron laboratorios de hidrocarburos, talleres, oficinas y cuatro tanques de 50.000 metros cúbicos de crudo cada uno, en medio de un paisaje de llamas que debió ser apagado con la ayuda bomberos de todo el país —entre los que se cuentan los 16 fallecidos— y expertos de México y Venezuela –las dos naciones más cercanas con experiencia en materia petrolera– que llegaron de emergencia con espuma y tecnología específica.
El fuego se tragó 145.000 metros cúbicos de petróleo que estaba almacenado.
En estos meses la recuperación se organizó en dos etapas, explicaron los directivos, una primera actualmente en marcha y sobre el 70% de ejecución que incluyó las demoliciones, la remoción de miles toneladas de escombros retorcidos y el rescate de las funciones del muelle.
“La base ha seguido operando con su limitación, ahora tenemos menos capacidad de almacenamiento de crudo, pero no hemos dejado de dar servicio con un esfuerzo inmenso”, dijo Liber Sams, jefe de inversiones de la Base de Supertanqueros.
“No podemos darnos el lujo de parar”, agregó Sams. “Esta base es vital para la economía del país”.
La Base de Supertanqueros de Matanzas estaba conformada por ocho tanques de acopio –separados en grupos de cuatro– de unos 50.000 metros cúbicos cada uno, contaba además con cinco muelles para recibir naves de hasta 180.000 toneladas y de 20 metros de calado que traen petróleo, fuel oíl y diésel importado.
También recibe el crudo de un oleoducto que atraviesa el centro de la isla.
Los cuatro tanques que no se afectaron –el segundo bloque– quedarán trabajando por ahora tal y como están, pero el plan de los directivos, según indicaron, es construir otros cuatro con nuevas medidas de seguridad entre ellas un mayor distanciamiento y reforzados con tierra además de hormigón.
El primero de estos contenedores comenzará, según los planes oficiales, a montarse en marzo próximo y el resto de manera paulatina con una inversión –completamente nacional– de unos 55 millones de dólares.
Según los funcionarios los tanques sí cumplían las normativas de seguridad pero la protección estaba enfocada a evitar derrames, no un incendio de esta naturaleza.
Cuba apenas genera la mitad del hidrocarburo que necesita para su economía y entre las sanciones de Estados Unidos por un cambio de modelo político, está la persecución a los buques que abastecen de combustible a la isla.
La crisis energética y los apagones fueron uno de los detonantes de las protestas populares de julio de 2021 y comienzos de octubre pasado por lo que cualquier afectación -como los daños en la infraestructura de la base de supertanqueros- en un sector que está en una situación tan vulnerable es sensible.
Por ejemplo, la demanda máxima en 2022 en un día fue de 3.188 megavatios, pero en algunas jornadas de julio la generación eléctrica sólo alcanzó el 47%, lo que explica la magnitud de los apagones.
Aunque en las últimas semanas la brecha entre la corriente producida y los requerimientos mejoraron. La víspera las autoridades indicaron que en el horario pico la disponibilidad es de 2.424 megavatios, contra una demanda máxima de 2.750 megavatios, por lo que la afectación constituye solo 326 megavatios.
Unos metros más allá de la Base, entre los vecinos más afectados por la cercanía, el impacto todavía es notable.
“El día más triste de mi vida fue el 5 de agosto”, dijo con lágrimas en los ojos a The Associated Press, Nilvia del Pino, una ama de casa de 50 años. “Ahora me siento mal, como cuando pasa un accidente de carro, que uno crea un pánico… En la noche, cualquier ruido que sientes piensas que es algo (malo) que va a suceder”.
Del Pino y su esposo Jesús son una de las familias que debían mudarse, según determinaron las autoridades, a un barrio en el que se están construyendo 24 casas. Hace cuatro meses del siniestros y cinco viviendas ya están terminadas, las demás, en las próximas semanas según los cálculos de la autoridad.
La mujer lamentó que su nueva casa estuviera retirada de la base de supertanqueros a donde trabaja su marido. Aunque, admite, “siempre va a ser mejor” que su actual instalación, al frente del centro de almacenamiento siniestrado.
Según los técnicos medioambientales, luego de realizado un estudio posterior al incendio no se reportaron daños ecológicos en la zona.
Casi pegada a la costa vive Yurisleidis Vázquez, una enfermera de 39 años.
“Salimos corriendo bajo la lluvia, descalzos, sin nada, dejamos casas abiertas y todo… Como un kilómetro”, comentó Vázquez. El día del incendio estaba en su vivienda junto a su hijo, su nuera y contaba en ese momento con la visita de un hermano, su cuñada y el niño pequeño de ambos, cuando se produjo la explosión del primer tanque y se llevó el susto de su vida. “Ellos prometieron que no volverían más aquí”, lamentó.