Los episodios de agresión por parte de perros a seres humanos son, desgraciadamente, muy frecuentes. En los últimos años, en la Argentina, han muerto muchas personas en incidentes de este tipo y se han registrado centenares de heridos graves.
Más de la mitad de las víctimas son chicos en su primera infancia y casi el 85% de los eventos ocurren con animales vinculados al entorno familiar. O sea que los protagonistas son el perro de “al lado”, el de “adelante”, el perro de “la abuela” o lo que es más grave el propio perro.
La agresión en perros es uno de los problemas de comportamiento más importantes con el que tienen que lidiar los tutores de animales de compañía. Para allanar un camino que arroje una solución, los tutores deben comprenden el idioma de los perros y atender sus periodos de desarrollo, tanto como estar atentos a diferentes aspectos que pueden afectar el comportamiento agresivo canino.
Los cachorros tienen un periodo crítico de socialización que se ubica, con algunas diferencias según distintos autores, razas e individuos, comenzando en la tercera semana de vida y concluyendo entre la semana 12 y la 16 de edad.
En esta etapa los perros asocian, relacionan y vinculan a todo lo que toman contacto amigable como “conocido y no peligroso” por eso, en ese período, los cachorros deben de ser expuestos a personas adultas, a niños, a otros perros, a gatos, al mundo en general y a todo tipo de experiencia protegida y cuidada.
Lo que ocurra durante ese período, conocido como etapa sensible o imprinting, troquelado o impresión, marcará al individuo para el resto de su vida y será muy difícil de modificar en el futuro. Si un cachorro no fue adecuadamente socializado en ese período sensible, puede ser que nunca se sienta plenamente confiado de convivir con gente u otros perros.
Por otra parte, idealmente los cachorros se deben adoptar (ya sea por compra o adopción plena) a partir de la semana ocho, o sea a partir de los sesenta días de edad para una buena adaptación al nuevo hogar. Dentro de este lapso discurre el llamado periodo del miedo que se sitúa entre la octava y décima semana de vida, durante las cuales el cachorro no debe ser castigado bajo ninguna circunstancia.
Por otra parte, los perros no deben ser excesivamente mimados permanentemente; mejor hacerlo con una causa justificada, a manera de recompensa. Conviene mimarlos y premiarlos sobre todo cuando hacen algo para merecerlo, debe fomentarse que se “ganen” las cosas, haciendo trucos, sentándose, dando la pata, etc., ya sea para obtener una caricia o un alimento.
Entre la semana doce y la dieciséis empieza el periodo juvenil que termina al obtener la madurez sexual (entre los seis y los quince meses de edad dependiendo de la raza y del tamaño del animal). En los machos la castración no resulta como una salvación pero ayuda en parte a minimizar la agresión contra otros machos de la misma especie y a disminuir la lucha por la territorialidad.
La castración suele aminorar el comportamiento violento y el nivel de ansiedad a la hora de tratar de conseguir un compañero sexual. Como vemos, la agresión puede ser en parte evitada si comprendemos las fases evolutivas de un perro y respetamos sus periodos iniciales de vida.