El conservacionista pionero ayudó a construir los archivos de IED y Centro, después de tres décadas en los archivos municipales de la ciudad de Nueva York
En una emotiva visita sorpresa al Instituto de Estudios Dominicanos de CUNY en el City College, el canciller de CUNY, Félix V. Matos Rodríguez, rindió homenaje a su viejo colega y destacado archivista Idilio Gracia Peña, cuya jubilación en abril pondrá fin a una trayectoria histórica.
El legendario historiador de la ciudad de Nueva York, conocido cariñosamente como «Don Idilio», ha sido el fundador y archivista principal del Instituto de Estudios Dominicanos de CUNY durante los últimos 20 años. Ese fue solo su último servicio a la comunidad, culminando una carrera en la que también se desempeñó durante tres décadas como archivista principal de la ciudad, director de registros públicos y jefe bibliotecario, y durante siete años al frente de los archivos del Centro de Estudios Puertorriqueños de CUNY. Durante casi seis décadas, ha desempeñado discretamente un papel desmesurado en la preservación y expansión del patrimonio de la ciudad.
Durante la visita, que tuvo lugar el pasado jueves, el canciller Matos Rodríguez recorrió los voluminosos archivos del IED y recordó con Gracia Peña los tiempos a principios de la década del 2000 cuando trabajaron juntos en el Centro de Estudios Puertorriqueños.
“Es imposible exagerar la magnitud de la labor de Don Idilio para ayudarnos a comprender la historia de nuestra ciudad y sus comunidades que antes se había pasado por alto. Es un maestro y una inspiración para todos nosotros,” dijo el Canciller Matos Rodríguez. “Don Idilio superó barreras culturales, educativas y raciales para elevar el rol del archivista y hacer más visible a su gente. Su labor como director del Archivo Municipal fue transformadora. Convirtió un depósito ineficiente de papeles viejos en una institución académica de primer nivel que dio lugar a una comprensión más granular de la ciudad y su diversidad. Más tarde, puso sus vastos conocimientos y habilidades al servicio de la creación e impulso de valiosos depósitos de conocimiento de la diáspora puertorriqueña y dominicana.”
Don Idilio se retira para pasar tiempo con su esposa Mary, sus dos hijos y dos nietos, pero sus colegas de CUNY lo extrañarán mucho y sus contribuciones tardarán en olvidarse.
“Su huella está en todas partes,” dijo Ramona Hernández, fundadora y directora del IED de CUNY, quien recordó que, aunque empezó como voluntario, Gracia Peña supervisó todos los aspectos de la entonces incipiente institución. Dibujó los planos preliminares de los archivos, recaudó fondos para su construcción, y diseñó planes de emergencia para desastres y de control climático para preservar los documentos. “Sin su ayuda no hubiera podido hacerlo,” dijo Hernández. «¡Yo solo soy una socióloga!»
Don Idilio también introdujo un innovador programa de trabajo y estudio a través del cual estudiantes de secundaria y universitarios hicieron parte del trabajo de base del archivo. Ese programa fue crucial no solo para organizar la colección con un presupuesto muy limitado, sino que también formó e inspiró a generaciones de aspirantes a archivistas a través de una labor de tutoría discreta pero intensa. En 2007, los Archivos del IED recibieron el Premio Anual de Archivos Debra E. Bernhardt a la excelencia en la documentación de la historia de Nueva York, otorgado por la Junta de Regentes y los Archivos del Estado de Nueva York.
“El primer regalo que nos hizo al pueblo dominicano fue que me dijo que era importante archivar, preservar, el legado no solo de aquellas personas que eran famosas o conocidas, o que habían creado una enorme cantidad de documentación en su vida”, dijo Hernández. “Don Idilio nos enseñó a hacer espacio para esas personas menos conocidas que han contribuido a la construcción de nuestra comunidad, para hacernos lo que somos, y cuyas contribuciones quizás no se conozcan fuera de la comunidad”.
Una historia de lucha
La verdaderamente “idílica” historia de Don Idilio empezó en el pequeño pueblo costero de Arroyo, Puerto Rico, donde nació en 1939. Hijo de una ama de casa y un aparcero, abandonó tempranamente sus estudios de ingeniería en la Universidad de Puerto Rico para mudarse a Nueva York en 1960 en busca de oportunidades de trabajo. Se alistó en el Ejército de los EE.UU. y fue enviado a la Base de la Fuerza Aérea Sheppard en Wichita Falls, Texas, donde fue asignado a trabajar en la biblioteca. En 1964, de vuelta en Nueva York, usó esa experiencia para encontrar un trabajo en el Centro de Archivos y Registros Municipales, entonces una sucursal de la Biblioteca Pública, pese a no tener título de bibliotecario.
En las tres décadas siguientes, Gracia Peña reformaría por completo la institución, pero no sin enfrentar grandes obstáculos. Presentó una disputa laboral para reclasificar su título después de descubrir que al figurar como oficinista cobraba una fracción de lo que ganaban los “laborers” (trabajadores) por hacer el mismo trabajo. Fue despedido brevemente durante los recortes presupuestarios municipales de mediados de la década de 1970, pero meses después fue readmitido como “archivista principal”. Para entonces, había completado una licenciatura de Historia en City College tras tomar clases nocturnas por cinco años.
Este historial de lucha puede explicar la legendaria inventiva de Gracia Peña: abundan las historias de contactos personales que estableció con contratistas de la construcción, quienes lo llamaban cada vez que veían registros municipales en peligro de ser destruidos. Usando camionetas y camiones, rescató de la basura documentos de valor incalculable, una práctica que le valió el apodo de «el llanero solitario».
Hernández atribuye en parte esta perseverancia “al hecho de que Don Idilio es un hombre negro. Porque hay que recordar que es puertorriqueño pero también negro, e imagínese eso en una sociedad de hace 50 años. No es bonito hoy, y mucho menos entonces”, dijo, y recordó varias conversaciones en que él expresó sus sentimientos cuando se dio cuenta de que los archivos estaban destinados solo a figuras reconocidas, y que sentía que su gente y sus vivencias no eran valoradas. “Creo que su experiencia lo ayudó a desarrollar la disciplina y la visión que tiene con respecto a las personas marginadas”, agregó Hernández. “Él siempre nos vio desde una perspectiva más amplia; vio lo bueno en nosotros, y nos valoró.”
Expandió los archivos municipales
Cuando Gracia Peña fue nombrado director de los Archivos Municipales en 1978, éstos estaban precariamente almacenados en 23 Park Row sobre una pizzería que una vez se incendió, poniendo en peligro toda la colección. En 1983, trasladó los archivos a su ubicación actual en un espacio seguro y climatizado en el histórico edificio de estilo modernista del Tribunal Testamentario, en 31 Calle Chambers.
Bajo su mandato, los archivos se multiplicaron de 16,500 a 100,000 pies cúbicos, e incorporó tesoros como los 1,500 dibujos originales de los planos del Parque Central y 8,000 registros arquitectónicos del Puente de Brooklyn. Para hacerlo, tuvo que verse las caras con el Museo Whitney, que albergaba valiosos diseños originales del puente de Brooklyn en préstamo permanente.
La expansión masiva originó una edad de oro para los archivos. Al incorporar millones de documentos de los últimos tres siglos, desde registros judiciales penales hasta imágenes fotográficas y documentos inmobiliarios, se convirtieron en un recurso invaluable para los historiadores. El Dr. Mike Wallace, distinguido profesor emérito de John Jay College y autor del Centro Gotham para la Historia de la Ciudad de Nueva York en el Centro de Estudios Graduados de CUNY, celebró a Gracia Peña y a su protegido y sucesor, Kenneth R. Cobb, como “santos cívicos seculares”.
De 1990 a 1995, Don Idilio se desempeñó como comisionado del Departamento de Registros y Servicios de Información de la ciudad (DORIS), asesorando al alcalde, al Concejo Municipal y a los presidentes de condado sobre gestión de archivos, bibliotecas y registros. También fue miembro de varias agencias gubernamentales estatales y locales, y formó parte de las juntas de numerosas organizaciones académicas, profesionales y comunitarias. Pero todavía le quedaba mucho por hacer.
En CUNY para un segundo acto
Después de retirarse oficialmente de DORIS y poner fin a tres décadas de servicio en los archivos de la ciudad, Gracia Peña dedicó su conocimiento y experiencia acumulados a documentar la diáspora caribeña. De 1997 a 2004, como archivista de proyectos del Centro en Hunter College, supervisó el Proyecto de Procesamiento de la Migración Puertorriqueña. Fue durante estos años que trabajó con el Canciller Matos Rodríguez, quien fue director del Centro entre 2000 y 2005. Su siguiente paso fue transformar el Archivo Dominicano de sueño a realidad.
“He construido varios archivos… un archivo es permanente. Supone la preservación de un grupo,” dijo Gracia Peña mientras examinaba el legado de su labor en CUNY IED el pasado jueves. “No me gusta trabajar en algo que sé que no va a durar. Este lugar tomó más tiempo que cualquiera de los otros; me tomó unos 14 años, pero sé que va a continuar.”
Entre los muchos honores que ha recibido por sus décadas de servicio, el exalcalde Bill de Blasio proclamó el 6 de abril de 2018 como el “Día de Idilio Gracia Peña” en la ciudad de Nueva York.
“Creo que nunca lo vi enojado”, dijo Hernández, recordando con cariño su disciplina rigurosa, sus modales amables y sus grandes carcajadas que le ganaron el afecto de sus colegas, estudiantes y los donantes que cortejaba personalmente, a veces recibiéndolos en una improvisada mesa antes de que tuvieran instalaciones adecuadas.
La directora del IED de CUNY comparó a Gracia Peña con otra figura histórica puertorriqueña: Eugenio María de Hostos, quien trabajó por el mejoramiento de su nación hermana, la República Dominicana, sin perder su propia identidad nacional. “Hay una tradición en el Caribe hispano y en toda el área latinoamericana, desde el principio, de cuidarse unos a otros: una visión de compañerismo, de hermandad”, dijo. “Y traer a Don Idilio para que nos enseñara a preservar aquí nuestra historia va ligado a esa tradición que no es nueva. Puede que la hayamos olvidado, pero es una vieja tradición”.
La City University de Nueva York, la universidad pública urbana más grande del país, es un transformador agente de movilidad social y componente crítico del alma de la ciudad de Nueva York. Fundada en 1847 como la primera institución pública gratuita de educación superior del país, CUNY tiene hoy siete colegios comunitarios, 11 colegios superiores y siete instituciones profesionales o de posgrado distribuidas en los cinco condados de la ciudad, que atienden a más de 260,000 estudiantes de pregrado y posgrado y otorgan 55,000 títulos cada año. La combinación de calidad y asequibilidad de CUNY impulsa a casi seis veces más estudiantes de bajos ingresos a la clase media y más allá que todas las universidades de la Ivy League combinadas. Más del 80 por ciento de los graduados de la Universidad se quedan en Nueva York, contribuyendo a todos los aspectos de la vida económica, cívica y cultural de la ciudad, y diversificando su fuerza laboral en todos los sectores. Los graduados y profesores de CUNY han recibido numerosos honores prestigiosos, incluidos 13 premios Nobel y 26 becas «Genio» MacArthur. La misión histórica de la Universidad continúa hasta el día de hoy: brindar una educación pública de primer nivel a todos los estudiantes, independientemente de sus medios o antecedentes.
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