Hubo un tiempo donde Apple y Microsoft eran como Sega y Nintendo o como Tom y Jerry: enemigos declarados. Rivales enfrentados por una misma porción de pastel. O porque ambos querían comerse el pastel entero, más concretamente.
El 28 de junio de 1997, Steve Jobs dio la keynote más estomagante de su carrera, una donde se presentó sin haber dormido y no precisamente por estar celebrando. Colin Crawford, presidente y CEO de Mac Publications, aperturó este evento único en la historia, donde la gran manzana venía de acarrear unas pérdidas en beneficios interanuales de un vertiginoso 31%.
La keynote más tensa en la historia de Apple
Maningful Partnerts puede ser considerado uno de los episodios más oscuros y tensos en la historia de Apple. O todo lo contrario. La razón es obvia: la marca se encontraba en sus horas más bajas y necesitaba dos cosas, liquidez y un nuevo enfoque. Y de aquel evento, Steve Jobs y su séquito salieron fortalecidos, enriquecidos, pero sintiéndose un tanto «sucios».
Pongámonos en contexto y centrémonos en Gates y Jobs. Podríamos incluso trazar una analogía entre Shakespeare y Cervantes: Steve Jobs nació el 24 de febrero del 55; ese mismo año, el 28 de octubre, nacería Bill Gates. Ambos se conocieron pronto, desde finales de los 70, y ambos se reunieron durante sus carreras hasta el final de los días de Gates.
Pero más que unirse, colisionaron. Bill Gates siempre consideró a Steve Jobs una especie de hechicero que hipnotizaba a la gente. Un feriante con un talento único para convocar talento ajeno, para convencer. Jobs, por su parte, siempre consideró a Gates alguien sin gusto, sin estilo y sin imaginación, llegando a decir que «simplemente ha robado descaradamente las ideas de otras personas».
Durante años, las declaraciones cruzadas eran dinamita y aquello se extrapoló a las propias mentalidades de sus respectivas empresas. Jobs excluyó de forma sistemática a ingenieros de Microsoft y devotos de la marca a favor de los más tendentes hacia Apple. Gates, con más protocolo y elegancia, aunque idénticas intenciones, volcó más esfuerzos de los que le gustaría reconocer a defenestrar al genio de San Francisco.
Abucheos y miradas asesinas por valor de 150 millones de dólares
Volvamos a aquel 28 de junio de 1997. Ante las ya tensas perspectivas y especulaciones previas, Steve Jobs tuvo que hacer frente a los abucheos del público el día que, en la MacWorld de Boston de 1997, declaró que Microsoft acababa de hacerles una inversión de 150 millones de dólares.
Jobs marcó una breve pausa, se giró hacia la mesa, bebió un sorbo de agua y comenzó a decir:
«Quiero hablar de socios importantes. Apple necesita ayuda de unos socios y ofrece ayuda a otros socios. Y las relaciones destructivas no ayudan a nadie en esta industria». «Así que durante las últimas semanas hemos analizado algunas de las relaciones y una de ellas ha destacado por no ir demasiado bien pero tener el potencial, asumo, de ser excelente para ambas empresas».
Se dice que entonces algunas caras se desencajaron y hubo un lento arrancar de aplausos. Aunque tampoco faltaron los silbidos y abucheos o directamente, como muestra la keynote que podéis ver al completo, una frontal oposición en muchos de los allí presentes a esbozar el mínimo gesto de celebración. Para ellos, aquello era cruzar una línea roja, venderse por unos pocos dólares, traicionar los valores internos y romper con la filosofía de la innovación a cualquier coste.
Steve Jobs no tardó en recordar que «debemos olvidar esta idea de que para que Apple gane, Microsoft tiene que perder». Una guerra que él mismo alimentó. Sin embargo, los intereses eran comunes. Microsoft adolecía de falta de creatividad e Internet Explorer no terminaba de despegar, frente a una joven Google que nacía para quitarle el puesto. Desde aquel día hasta que Safari fue presentado en 2003, todos los Macs del mundo llegarían con Explorer preinstalado.
De hecho, podemos resumir aquel acuerdo en estos cinco puntos:
- Licencias de uso de patentes propias.
- Microsoft Office en todos los sistemas Macintosh.
- Navegador Internet Explorer preinstalado.
- Colaboración y uso de Java.
- Inversión de 150 millones de dólares por parte de Microsoft.
La realidad es que una guerrilla de patentes desgastó a ambas corporaciones y ya no estaban para seguir peleando. El acuerdo, firmado en un «despacho estrecho» a «las 2 de la madrugada de la noche anterior», concedió a Apple el urgente balón de oxígeno que necesitaba. A lo bestia, porque sus acciones se dispararon: un 30% al cerrar el día y hasta un 50% dos días después de la keynote.
¿Dinero tirado a la basura?
Y Microsoft, contra todo pronóstico, no mantuvo su inversión: la compra de acciones preferentes se convirtió en acciones comunes —las preferentes son a largo plazo, Apple demostró solvencia y, por tanto, los acreedores ya no asumían riesgo ante una posible quiebra—, devaluándose. Así que Bill Gates y compañía se encontraron con un remanente valorado en 18.3 millones de dólares y decidieron liquidarlo en el mercado común —a quien las quisiera—. Craso error: hoy valdrían entre 80.000 y 100.000 millones de euros.
Desde entonces, Apple no ha hecho sino crecer hasta la cima, hasta convertirse en la empresa más valiosa del planeta. De hecho, la estrategia de Apple ha dado más réditos de los esperados: actuar como un comisionista, concediendo el permiso para explotar patentes —siempre y cuando no se diese un plagio en el diseño—, es muy lucrativo. Las Surface de Microsoft o algunos Galaxy de Samsung corrieron esta suerte.
Si Microsoft no hubiese invertido y, en vez de tomar una postura amistosa, hubiese sitiado a posibles inversores y proveedores con acuerdos agresivos, tal vez Apple no existiría. Analistas como David Wu llegarón a decir «Apple no tenía ningún futuro a la vista hasta el pasado viernes». Sin embargo, aquella no fue la primera vez que Microsoft ejercía de hada madrina sin pedir (casi) nada a cambio. Por ejemplo, saneó las cuentas de Wikipedia pese a que WiKi fue la responsable indirecta de hundir la enciclopedia Encarta.
He vuelto a ver esta conferencia en varias ocasiones porque encapsula muchas de las más importantes lecciones empresariales de nuestra historia moderna. En las horas más bajas es donde las deidades se muestran más vulnerables. El Jobs de los aspavientos firmes ahora titubeaba. ¿Fue una decisión forzada, un movimiento contra su voluntad natural?
Tanto da. Poco después, Gates se conectó en remoto, aguardó un ratito a que el público terminase de aplaudir mientras mostraba una nada disimulada sonrisa, y dio comienzo a su ensayado discurso para reiterar lo mismo: los enfrentamientos no conducen al progreso. Y ambos tenían toda la razón: en enero de 1998, Jobs informó de unas ganancias de más de 45 millones de dólares, solo durante el primer trimestre fiscal. El ‘Think Different’ se había hecho realidad.