La historia no se repite, pero enseña. El horror del siglo XX nunca plegó sus alas. La amenaza sigue viva. “Las democracias pueden caer, la ética colapsar y un hombre cualquiera acabar sentado al borde de una fosa repleta de cadáveres con una pistola en la mano”. El historiador Timothy Snyder, catedrático de Yale, discípulo de Tony Judt y uno de los intelectuales de más prestigio en los círculos universitarios de EE UU, es quien lanza la voz de alerta. En su último libro, Sobre la tiranía (Galaxia Gutenberg), ofrece una revisión profunda y urgente de los grandes errores del pasado y sus concomitancias con el mundo actual. Vladímir Putin, el Brexit y el Frente Nacional forman parte de ese monstruo insomne que ahora ha alcanzado a la nación más poderosa del mundo. “Donald Trump quiere ser un tirano”, sentencia Snyder. Para evitarlo, el historiador ofrece en su obra 20 recomendaciones. La principal: no ser obediente.
Pregunta. ¿Qué le pasa a EE UU?
Respuesta. Una respuesta es que hay demasiado dinero en política, demasiada desigualdad y demasiados afectados por la globalización que buscan respuestas demasiado fáciles. Pero hay otra contestación, más personal y terrible, y es que tenemos un presidente que admira a los gobernantes autoritarios, que nunca habla de democracia ni de derechos humanos, pero que no deja de atacar las instituciones que nos permiten gozar de una sociedad libre, como la prensa y los jueces. Eso es algo nuevo y chocante para EE UU.
P. Pues mucha gente en Estados Unidos parece muy tranquila.
R. El problema principal de Estados Unidos es que pensamos que la democracia es automática y que por nuestras virtudes siempre la tendremos. Pero debemos aprender de los errores de otros. Sé algo de las partes más oscuras del siglo XX y he visto cómo la democracia puede ser revertida en la Europa contemporánea. Me preocupa que EE UU puede convertirse en una forma moderna de tiranía. No quiero que eso ocurra.
P. ¿Ve semejanzas entre lo que ocurre hoy con los mexicanos y musulmanes en EE UU y la Alemania de los años treinta?
R. La situación es distinta con las víctimas, pero el estilo es similar. Cuando Trump habla de musulmanes o inmigrantes, se acerca a la política que se practicó en Alemania en 1933. La idea básica es que no son tus vecinos, sino parte de una amenaza internacional. Para Trump la globalización no es un desafío objetivo, sino un enemigo exterior, una conspiración a la que ha puesto cara y que está en casa.
P. Describa a Trump.
R. Cleptócrata y autoritario. No ha mostrado ninguna intención de separarse de sus intereses financieros. Y el sentido común nos alerta de que usará el Gobierno para enriquecerse más él mismo y su familia. No es nada nuevo. Ya lo hemos visto en el sistema ruso.
P. ¿Se trata solo de dinero?
R. En absoluto, la forma en que habla de la gente refiriéndose solo a cierta gente, el modo en que llama a la violencia, en que habla de los periodistas y les considera enemigos del pueblo, son formulaciones extremas, que bordean el fascismo.
P. ¿No es una estrategia política el ataque a los medios?
R. Es la parte más fascista de esta Administración. El fascismo requiere del mito, necesita que se abrace con entusiasmo una ficción. Y eso es lo que más distingue a Trump y a los suyos. Desplazan los hechos con ficciones. El ataque a los periodistas forma parte de una campaña más grande, una campaña contra la verdad. Los periodistas son enemigos porque la misma verdad ha sido declarada enemiga. Y cualquiera que se oponga es una barrera. Es terrible y mucho peor de lo que se aprecia a simple vista: están tratando de acabar con la factualidad en la vida pública, un concepto esencial para el imperio de la ley y la democracia.
P. ¿Con el apoyo de las redes sociales?
R. Internet ha jugado un papel muy importante en la polarización de esta sociedad. Con Facebook hemos descubierto demasiado tarde cuánto hay de falso en las noticias que ahí circulan. Un estudio muestra que durante la campaña el 25% de las informaciones que leían los demócratas eran falsas y el 50% en el caso de los republicanos. Y no solo es que fuesen mentira sino que fomentaban el odio hacia el otro candidato. Y eso, en un régimen como este, próspera.
P. ¿Es usted pesimista?
R. No, pero tampoco soy un excepcionalista americano. EE UU no vive aislado de la historia. No es más sabio ni dispone de mejor juicio político que los demás. Enfrentamos problemas similares y tenemos que aprender de otros. Es un momento crucial, porque nos pone a prueba. Ahora que la libertad está amenazada, ¿vamos a hacer algo?
P. En su libro ofrece 20 recomendaciones para enfrentarse a la tiranía. ¿Cuál es la principal?
R. La primera: no obedezcas preventivamente. Tómate un momento y decide lo que para ti es normal. No te adaptes porque sí a la nueva situación, a las nuevas normas; no permitas que lo excepcional se vuelva normal.
P. ¿Y si ocurre lo excepcional y hay un ataque terrorista?
R. Las medidas que están tomando hacen más posible un ataque, y me temo que si hay uno lo intentarán usar para recortar libertades civiles. Antes de que eso ocurra los ciudadanos deben movilizarse por sus derechos. La tiranía moderna es un gestor del terror, vive en una relación simbiótica con el terrorismo. Los americanos deben ser conscientes de ello. Cuesta ver cómo este Gobierno pueda ser popular sin terrorismo.
P. ¿Puede ser Trump el próximo tirano?
R. Absolutamente. No veo qué otra idea tiene en la cabeza. No hay nada en su personalidad, o en sus actos que sugiera que quiera otra cosa que ser un tirano, es su meta.
P. ¿Tendrá éxito?
R. No lo sé. Es una cuestión abierta.