Abierta y cómodamente reitero que, de aborto, deben hablar las mujeres, los hombres no tenemos ningún derecho, hasta tanto la ciencia haga posible que el varón se embarace.
Se conoce que una jovencita habría fallecido como consecuencia del uso de pastillas abortivas que, con frágiles regulaciones se venden en farmacias.
Un ginecólogo me explicaba que, hoy, menos mujeres fallecen a consecuencia de prácticas lacerantes y que la mayoría de clínicas dedicadas a esta práctica han desaparecido.
Las mujeres utilizan fármacos para patologías estomacales, que inducen a la suspensión de un embarazo de pocos días.
El más conocido es el Cytotec (misoprostol) ingerido por vía oral, anal o vaginal, produce un fuerte sangrado y es obligatorio acudir a una emergencia para detenerlo.
La joven, sus compañeras y los adultos que la acompañaban, no conocían esto. No es extraño, hombres y mujeres, no saben de sexualidad, porque ningún centro educativo la enseñaba.
En su momento, la iglesia Católica se opuso a que se impartieran esas clases en escuelas públicas y privadas y estamos viendo las consecuencias.
Es lamentable, decenas de profesores de todos los niveles, seducen o se dejan seducir por alumnas, que buscan pasar sus exámenes con buenas calificaciones.
Este escrito, tiene la intención de aportar y establecer la realidad que se vive hoy, está dirigido a miles de padres que no tienen la capacidad de hablar de sexo con sus hijas, además, a las muchas jóvenes que viven con abuelas, tías, madrinas o simplemente, solas.