Si una conclusión se puede extraer del concierto del 40 aniversario en la música de Xiomara Fortuna es que ella debe el puesto de Reina de la Música Raíz Dominicana a que ha mantenido constancia en su carrera y coherencia a unos criterios éticos que profesan la autenticidad, sobre cualquier otro valor.
Dotada de una singular voz de contralto, con una formación musical fundamentada en el variado y muchas veces ignorado folklor y adquirida en base a la disciplina y el estudio, Xiomara Fortuna tiene en su favor el sentido de compromiso con lo que canta, por lo que no cedió a las muchas tentadoras ofertas del mercado.
Decidió sus contenidos y su línea desde sus inicios en 1981, cuando prefirió interpretar los cantos de las mujeres del campo en un casette que auspiciaba Mujeres en Desarrollo (MUDE).
La cantante definió una línea de trabajo, reivindicando la que había pautado Convite, lastimeramente desaparecido en 1977.
La musicóloga Rossy Diaz, especializada en el estudio e investigación de la música raíz, sostiene que Fortuna es una de las figuras cruciales para levantar con orgullo el sello de lo innato, la calidad de lo propio en la cultura, cuando de música auténtica se trata.
Sabía que el arte que hace no es monedita de oro, que los patrocinios son casi imposibles y los apoyos tan difíciles de lograr, que el deseo de dejar todo y dedicarse a lo tradicional siempre amenaza con ser la caja hermética en la cual encerrarse para tener seguridad, a cambio del sacrificio de las ilusiones y del aporte artístico.
El suya es el mejor ejemplo de trayectoria alternativa, caracterizada por contenidos que parten del auténtico sentir de la gente en los campos y los poblados marginales, una que pone el valor a nivel poético oloroso a gente de carne y hueso, a ilusiones que se profesan en textos simples y poéticos, concebidos sin pensar en los éxitos que industrialmente la industria de la música encumbra o santifica, como las modas del ritmo mercantil que vende un producto de ilusorio consumo.
Este concierto, titulado “Llegando voy” de celebración de 40 años, a juicio de quienes lo disfrutaron en el Teatro Nacional, más que una conmemoración, fue invocación al arte auténtico.