En solo un año los ataques armados contra las escuelas en Haití se han multiplicado por nueve, según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés).
Los alumnos dentro de los planteles escolares también han sido golpeados por la crisis política, económica y social que se agudizó en el país caribeño tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse, en julio de 2021.
La violencia que se vive en las calles impacta en los estudiantes, que han quedado atrapados en medio de saqueos, protestas y enfrentamientos de las bandas criminales que operan en las principales ciudades.
Entre octubre de 2022 y febrero de 2023, los primeros cuatro meses del año escolar, 72 instituciones educativas fueron atacadas. En el mismo periodo escolar 2021-2022 la cifra fue de ocho planteles, según los informes que maneja Unicef.
Ataques y robos
De las 72 recintos educativos, 13 sufrieron la arremetida de grupos armados y uno fue incendiado. En estos hechos, un estudiante fue asesinado y dos miembros del personal fueron secuestrados, según informes de los aliados de Unicef.
Los grupos armados sustraen de los establecimientos elementos del mobiliario escolar, computadoras portátiles, fotocopiadoras, baterías y paneles solares. También se han robado sacos de arroz y maíz, que se utilizan para la elaboración de las comidas de los estudiantes.
Solo en los primeros seis días de febrero se cerraron 30 escuelas producto de la escalada de violencia en las áreas urbanas, mientras que desde octubre del año pasado por lo menos una de cada cuatro escuelas no abrió.
El representante de Unicef en Haití, Bruno Maes, afirmó que aunque en ese país las instituciones educativas son consideradas «como refugios seguros», en los últimos meses «se han convertido en blanco de la violencia», lo que ha tenido «un enorme impacto en la seguridad, el bienestar y la capacidad de aprendizaje de los niños».
El clima de inestabilidad que se vive en las calles también ha hecho que se cierren los planteles educativos para prevenir que los alumnos sean afectados por protestas o enfrentamientos, lo que ha hecho que pierdan por lo menos un día y medio de clase a la semana.
«Un niño que teme ir a la escuela corre más riesgo de ser reclutado por grupos armados. Debemos actuar con urgencia para proteger la vida y el futuro de los niños», afirmó Maes.