España es uno de esos países que, como Japón, ya suma más fallecimientos que nacimientos cada año. La tendencia de los últimos años ya era muy acentuada, pero la pandemia solo ha hecho que agravarla. La natalidad está en mínimos históricos, en España y en todo el sur de Europa. Sin embargo, otro tipo de ser vivo es cada vez más común en los hogares: las mascotas. Sobre todo, perros y gatos. Especialmente, los primeros.
Un titular del New York Post de 2022 sugirió que los millennials aman a sus mascotas más que a sus hermanos, sus parejas e incluso más que a sus madres. A falta de poder sentenciar si esa frase se ajusta a la verdad y aplica en nuestras fronteras, sí suena razonable que como mínimo prefieran tener mascotas a tener hijos.
Más perros que niños. Y eso que no contamos a los gatos
La pandemia nos dejó un cambio de tendencia: ya hay más perros que niños en España. Y eso pese a ser generoso en la definición de «niño». Ajustando la cantidad de personas de entre cero y dieciséis años que viven en España, su línea descendente, ya muy inferior a ocho millones, ha quedado por debajo de la cantidad de perros, que ya supera los nueve millones.
Es un sorpasso histórico. En 2018 nos sorprendía que una ciudad como San Francisco tuviese esta situación, pero en España ya estamos ahí, si bien es cierto que las cifras de San Francisco incluía a personas de hasta 18 años. Tampoco movería demasiado la portería: contando con ese mismo rango, en España llegaríamos a los 8.622.915 niños. Seguiría habiendo más perros.
Y eso que no estamos contando los gatos.
El cambio de tendencia es seguramente uno de los síntomas del gran cambio social que ha dejado la década de los años diez, marcada por el auge del smartphone y la conectividad perenne, pero con otros tentáculos como la caída de la natalidad y el cierto reemplazo para ella que han supuesto las mascotas. Ni el aumento de los permisos de paternidad ha podido cambiar la inercia.
De las causas, empezando por el aumento del coste de la vida por encima de las subidas salariales, o de la hiperinflación de la vivienda y el endurecimiento del acceso al crédito hipotecario, con el Euribor disparándose de nuevo para sumarse a la fiesta, podemos hablar otro día. Y eso por no abrir melones más complicados. Sin casa ni hijos, pero con perros.
Las mascotas requieren menos atención y cuidados que los hijos, también menos dinero (sobre un 9% de los ingresos mensuales más habituales); pero a cambio están ganando presencia y relevancia no solo a nivel familiar, sino también social. El ordenamiento jurídico ya cambió para pasar de considerarlas «cosas» a «seres vivos dotados de sensibilidad», y hasta van a tener su propio DNI.
Los cada vez menos niños que nacen también ejemplifican otro tipo de cambios, como el paso de nombres compuestos y con presencia en el santoral a nombres menos bíblicos y, en algunos casos, que beben directamente de fenómenos sociales y mediáticos. José Ramón no está, pero Daenerys le atenderá encantado.