La búsqueda de nuevos antibióticos es una carrera contrarreloj donde nos jugamos mucho. Un nuevo avance podría esconderse en un lugar insospechado: la caña de azúcar.
Un mecanismo desconocido… hasta ahora. El mal de unos puede ser la medicina de otros. En este caso, la toxina que afecta a la planta de la caña de azúcar puede convertirse en el elemento clave para el desarrollo de un nuevo candidato a antibiótico, la albicidina. La toxina es liberada, curiosamente, por otra bacteria, llamada Xanthomonas albilineans.
La albicidina es una de las grandes promesas en el campo de los antibióticos, pero no se trata de un compuesto nuevo, sino un viejo conocido que ya había demostrado promesas contra bacterias tan peligrosas como la Escherichia coli o Staphylococcus aureus.
A pesar de ello, convertir la albicidina en un medicamento viable se enfrentaba con un problema, y es que se desconocía en mecanismo a través del cual esta toxina lograba deshacerse de las bacterias. Ahora un equipo europeo de investigadores ha desentrañado el mecanismo con el que actúa la toxina que libera esta bacteria.
El trabajo ha sido recientemente publicado en la revista Nature Catalysis. En él, el equipo describe el funcionamiento de la albicidina. La clave está en la girasa, una enzima que se adhiere al ADN para retorcerlo (superenrollado), una torsión necesaria para el correcto funcionamiento de la célula que la albicidina impide.
Los investigadores describen este proceso como “meter una llave inglesa entre dos engranajes”, puesto que esta molécula con forma de L puede interactuar tanto a la cadena de ADN como a la girasa.
El proceso de superenrollado es muy delicado. Para realizarlo, la girasa debe “cortar” la doble hélice del ADN. En condiciones normales la enzima vuelve a pegar los segmentos de ADN al finalizar su tarea, pero es precisamente en este momento de debilidad en el que la albicidina actúa. El ADN roto resultante es letal para la célula, ya sea una célula de caña de azúcar o una célula bacteriana.
Una nueva (y aún lejana) esperanza. Los investigadores se muestran optimistas. “Parece que, por la naturaleza de la interacción, la albicidina afecta a una parte realmente esencial de la enzima y es difícil para la bacteria desarrollar resistencia contra ello”, explicaba en una nota de prensa Dmitry Ghilarov, uno de los autores del estudio.
Ghilarov señalaba también cómo comprender este modo de operar de la albicidina puede permitir a los investigadores explorar más allá sus funciones e incluso introducir modificaciones para “mejorar su eficacia y propiedades farmacológicas”.
Todo este proceso, hasta que logremos antibióticos basados en esta molécula, puede demorarse durante años. Es un avance importante en cualquier caso, puesto que la lucha contra las superbacterias es una carrera en la que las bacterias recortan la ventaja que llevamos a pasos agigantados.
El caso de la albicidina recuerda, vagamente, al del descubrimiento del primer antibiótico. La penicilina que hoy consumimos se sintetizó a partir del mecanismo con el que los mohos del género Penicillium destruían los cultivos bacterianos en el laboratorio de Alexander Flemming.
Esto no es sino una muestra de la cantidad de información oculta en los seres vivos de este planeta, incluso entre especies parasitarias y patógenas como las bacterias que amenazan los cultivos de caña de azúcar podemos encontrar esperanzas para luchar contra las plagas que afectan al ser humano.