Hace miles de años, el ser humano abandonó su vida de cazador-recolector y decidió asentarse en un lugar fijo. La agricultura jugó un papel determinante en este cambio. Un nuevo descubrimiento podría haber dado con la técnica agrícola que lo hizo posible, una técnica que hoy puede salvar nuestras cosechas del cambio climático
La amenaza del cambio climático es especialmente real para los agricultores. Regiones donde antes llovía mucho ahora lo hace moderadamente o nada en absoluto. Los inviernos se han vuelto más templados o más fríos en otras. Los vaivenes del clima dejan su huella en forma de cosechas menos abundantes, sobre todo en plantas como el trigo o la cebada que están habituadas a un clima más estable.
Un científico ambiental llamado Morgan Ruelle que estaba estudiando la diversidad biológica de los alimentos que comemos ha dado por casualidad con una técnica milenaria que podría asegurar la estabilidad de las cosechas en diferentes climas. La técnica no es nueva en sentido estricto. Se lleva usando desde hace más de 3.000 años en 27 países diferentes, e incluso hoy puede verse en pequeñas plantaciones de cereal de regiones como el mediterráneo o el sur de África.
La técnica tampoco es nada misteriosa, pero por su propia naturaleza ha pasado desapercibida a las grandes explotaciones intensivas porque se trata de… plantar diferentes gramíneas mezcladas en el mismo lugar. Los agricultores que usan este método plantan arroz, mijo, trigo o cebada toda mezclada e incluso la cosechan de esta forma, aunque a día de hoy tenemos la tecnología como para separarla.
Trabajando conjuntamente con investigadores de la Universidad de Cornell, Ruelle ha plantado cosechas experimentales de estos cultivos mezclados y ha confirmado científicamente lo que los agricultores del neolítico probablemente ya sabían: las plantaciones de este tipo resisten mejor los cambios bruscos de clima.
La clave del asunto está precisamente en la mezcla. Si las condiciones climáticas varían, la proporción entre unas plantas y otras también lo hace, manteniendo el terreno lleno de plantas cuyo porcentaje va variando. “Es un proceso más rápido que la evolución de una sola variedad de planta que tarda mucho en adaptarse”, explica el etnobotánico Alex McAlvay. “Si plantas múltiples especies y variedades, los cambios entre estas son mucho más rápidos”.
Así, si una estación viene especialmente seca, la planta dominante podría ser la cebada, pero al año siguiente esta sería sustituida por el trigo a poco que las precipitaciones aumenten. La técnica también presenta ventajas a la hora de usar menos pesticidas, de cara a mantener la tierra fértil e incluso beneficia la fauna local. Los investigadores constataron un 20% más de cosecha en este tipo de mezclas que en monocultivos de trigo, y un 11% más que en los monocultivos de cebada. El estudio acaba de ser publicado en Agronomy for Sustainable Development.