Si de algo saben en Aomori es de nieve. En esta ciudad del norte de Japón, situada a unos 715 kilómetros de Tokio y encajada entre las montañas Hakkōda y la bahía Mutsu, descarga tanto y con tanta intensidad que hay quien ya le ha otorgado el título de urbe con más nieve del mundo. Así es al menos según los cálculos de AccuWeather, que en 2016 elaboró un TOP 10 de nevadas anuales coronado por la localidad nipona. Ahora Aomori ha decidido cambiar su enfoque y hacerse una pregunta clave: ¿Y si todos esos copos fuesen más una oportunidad que un problema?
Una oportunidad para generar ni más ni menos que electricidad.
Pero… ¿Nieva tanto en Aomori? Sí. Y eso deja paisajes de postal para los amantes de la nieve y todo un reto para las autoridades responsables de lidiar con las capas de hielo. Según los cálculos de AccuWeather, la localidad, situada en la región noreste de Honshu y en la que viven alrededor de 300.000 personas, sufre la mayor nevada del mundo. Su media anual ronda los ocho metros, lo que le permite “encabezar la lista de las principales ciudades del mundo en cuanto a nevadas”.
La clave está en su posición geográfica, la altitud de las montañas y su proximidad al aire frío del noreste asiático. Todo eso lo convierte en “uno de los lugares más nevados del planeta”.
Paisajes blancos, paisajes complicados. Eso deben de pensar sus autoridades, para las que las intensas nevadas suponen todo un reto logístico. Que Aomori sea uno de los lugares con más nieve del planeta les obliga a invertir grandes recursos para despejar las carreteras y edificios de la ciudad. Solo a lo largo del último año fiscal se destinaron a retirar nieve —según precisa Japan Times— 5.900 millones de yenes, casi 42 millones de euros. Una vez se ha recogido con quitanieves y camiones la masa helada acaba depositada en zonas especiales o vertida al mar.
¿Y si pudiera sacársele algún provecho? Esa es la pregunta que se han hecho técnicos de la Universidad de Electro-Comunicaciones de Tokio (UEC) y la startup TI Forte, con sede en la propia Aomori, convencidos de que la nieve puede servir para un fin tan estratégico como la generación de electricidad. Su propuesta no es solo teoría. Los investigadores han empezado ya a experimentar.
Hacia mediados de diciembre una decena de operarios de Forte reforzaron el aislamiento de la piscina en una escuela abandonada de la ciudad. El objetivo: preservar la nieva acumulada en su interior y explorar la viabilidad de generar energía con ella. De funcionar, anota Sustainability Times, la ciudad nipona ganaría una nueva fuente renovable más allá de las instalaciones fotovoltaicas o eólicas. El experimento se prolongará aún durante varios meses, hasta marzo.
¿Y cómo pretenden conseguirlo? Aprovechándose el juego de temperaturas, básicamente. “Cuando mayores sean las diferencias de temperatura, mayor será la eficiencia de la generación de energía”, explicaba hace poco Koji Enoki, investigador de la UEC, a Nikkei Asia. Para sus pruebas se instalan tubos de transferencia de calor en la nieve, donde la temperatura contrasta con la del aire exterior calentado por el sol. El objetivo es generar corrientes en un sistema de turbina.
Los investigadores aspiran a que su sistema, basado en la corriente de convección, ofrezca la misma eficiencia que las instalaciones solares. Eso sí, con una mayor rentabilidad. “Cuanto mayores sean las diferencias de temperatura, mayor será la eficiencia de la generación de energía”, reconoce.
Más allá de Aomori. No todo son ventajas. El sistema presenta retos, por supuesto. Forte apunta desafíos como la necesidad de disponer de grandes instalaciones en las que almacenar la nieve o asegurarse el aire caliente durante los meses más fríos del año. Con ese propósito la compañía ya estaría valorando aprovechar las aguas termales, “una fuente de energía renovable única en una región con fuertes nevadas”, comenta a Japan Times Jun Kasai, director de la firma.
Su sistema basado en la transferencia de calor aspira a ir más allá de las fronteras de Aomori y ofrecer una solución a otros lugares con características similares. La compañía reivindica de hecho una filosofía que trasciende su propia urbe: “Resolver problemas locales lleva a resolver problemas a nivel nacional”. La meta de fondo está clara: sacar un provecho extra de “la molesta nieve”, minimizar el riesgo de cortes y contribuir de paso al proceso de descarbonización. No son los primeros que se han fijado en la nieve para la generación eléctrica, un campo que ya exploró la UCLA hace años.