‘Avatar: El sentido del agua’ está ya en nuestros cines, y las comparaciones van a ser inevitables: al fin y al cabo es una continuación lineal, pese a los doce años transcurridos entre el estreno de una y otra. Nosotros ya la hemos visto y te hemos contado qué nos parecía, y como hace no demasiado que revisamos la primera, estamos en condiciones de compararlas y contarte qué tres cosas mejoran y qué tres cosas no tanto con la segunda entrega de ‘Avatar’.
Estaba claro, por no decir garantizado. Doce años son un mundo en términos de efectos especiales, incluso comparándose con una película que ya en su momento supuso un antes y un después para el CGI mediante captura de movimientos. Pero esta vez, visualmente la cosa excede cualquier animación por ordenador que se haya visto: es especialmente espectacular el tema del agua, cómo se mueve, cómo refleja la luz, todo. James Cameron echa los restos para dejar claro que la espera ha merecido la pena y la espectacularidad de secuencias como el ataque final o la exploración submarina (tanto la más contemplativa como los momentos ‘Tiburón’) son una maravilla.
Por supuesto, no todo puede ser exhibicionismo puro: la película está impregnada de un genuino sentido de la maravilla que prescinde de la coartada de ciencia ficción de la primera entrega casi por completo y se rinde al encanto de una película de aventuras clásicas, por encima de las tramas de clones, cuerpos de sustitución y demás parafernalia tecnológica. Por encima de todo, y con Jake ya habituado a su nuevo cuerpo, la película se centra en el descubrimiento de nuevas tribus en Pandora, nuevas zonas, nuevos animales, y lo hace con una fascinante estilo, carente de ironía, que se cuenta entre lo mejor de la película.
‘Avatar’ puede ser una película egomaniaca y desmesurada, pero ‘Avatar: El sentido del agua’ la deja atrás también en eso: doce años de promesas que se ven cumplidas (parcialmente) por un Cameron entregado en cuerpo y alma al mundo de Pandora. Por eso está llevando a cabo una campaña de prensa desmedida y faltona, y por eso está genuinamente convencido de que ‘Avatar’ va a arrasar en taquilla y va a revalidad su puesto como Rey del Mundo. Todo eso se traslada a la película con imágenes épicas, infladas de autocomplacencia, que no siempre tendrán el efecto deseado, pero que son una apisonadora, una alternativa a otros blockbusters: Cameron se ve a mí mismo como un elegido, y se percibe en el tono mesiánico del film.
Sobre el papel, no hay por qué estar en contra de una película de tres horas y cuarto de duración: cada historia necesita su tiempo, y acostumbrados como estamos ahora a las dilatadísimas narraciones de las series, la duración de este metraje no es para tanto. Lo que no tiene justificación es que la historia de ‘Avatar: El sentido del agua’ sea tan terriblemente sencilla que se podría haber contado en un par de horas, pero un paréntesis monstruoso en el núcleo de la película nos tiene hora y media de safari por Pandora. Es demasiado por mucho que nos gusten las alimañas de fantasía.
Nunca sabremos cómo eran exactamente las primeras versiones de este guión que ha tardado años en tomar forma definitiva, pero da la impresión de que rastrojos procedentes de ellas han acabado cayendo en esta historia, llena de agujeros y, sobre todo, de decisiones injustificadas. No hay ningún motivo para que los villanos sean avatares y para que hagan un esfuerzo inicial por integrarse en las costumbres de los Na’Vi. Y el arco narrativo de personajes a priori interesantes, como el adolescente humano, son completamente terribles. El guión rebosa giros arbitrarios y vaivenes de ritmo que se habrían solucionado con una hora menos de metraje y unos cuantos personajes mejor desarrollados.
Este es un problema que, francamente, comparte con la primera entrega, pero que aquí se catapulta debido a la duración aún más desmedida y a lo ya definitivamente pagada que está de sí misma la película después del éxito de su precedente. Cameron afirma que, a diferencia del cine de Marvel, ha hecho una película con personajes maduros y con conflictos reales, pero eso es cierto solo desde la perspectiva de Cameron, que tiene una perspectiva algo maniquea de la realidad (como solo le puede pasar a un pacifista que también es un fetichista del ejército).
Es cierto que esta ‘Avatar: El sentido del agua’ aborda conflictos familiares poco habituales en un blockbuster de este tamaño, pero a la vez está demasiado encandilada con sus tópicos de salvajes mágicos y de la llamada de lo salvaje como para esquivar muchas otras convenciones (toda la parte ‘Liberad a Willy’ es un poco bochornosa, y su visión de la ecología con un punto místico, algo ingenua). ‘Avatar 2’ puede tener unas gotas de distinción, pero ni remotamente tantas como ella misma cree.