Entrar a la calle 42 del Ensanche Capotillo es una aventura que muchos quieren vivir y pocos se atreven hacerlo.
Las historias que se tejen cuando estás fuera de ella te lleva a echar un paso hacia atrás y no vivir la aventura que llega envueltas en varias leyendas urbanas.
Cuando llega va caminando por una calle estrecha donde sólo pudieran pasar carros en una vía, pero irreverentemente es un carril de doble vía con una tercera para los motores que por su velocidad y ronquidos se pudiera pensar que tienen más poder que todos los carros juntos.
Llegar allí es estar dentro de un ajetreo feroz que te saca de la ciudad para llevarte a un pequeño mundo que pone en alerta roja a cualquiera y te hace temblar por ese corte de misterio que se siente en el aire cuando decide caminar por la ahora famosa calle 42. Amada por figuras como Bad Bunny, Ozuna, Anuel, youtuberos, ‘influencers’ famosos, La 42 es una calle única con unos forajidos relatos de que los ‘teteos’, son de amanecidas y la gente nunca duerme.
La misma que tiene una vibra alta, se pudiera describir como irreverente, misteriosa, despiadada con algunos, vulnerable y hasta noble con otros, y es que la famosa calle 42 tiene su historia, muchos saben que es un lugar desde donde, en épocas pasadas, se libraron varios enfrentamientos entre la Policía y los delincuentes que luchaban por tener el control de todo lo que pasaba allí, por lo que muchos llegaron a pensar que entrar a la 42 en ese tiempo era lo mismo que estar en la temible Comuna 13 de Medellín que, en los 90, era el epicentro de la violencia más férrea de Colombia.
La 42, declarada muchas veces tierra de nadie y vista por muchos como el verdadero bajo mundo, vive una película que se mantiene en movimiento, 24 horas.
Estar ahí en esa calle estrecha con sus negocios multicolores, es entrar a una especie donde se siente que es una emboscada.
La velocidad con la que la gente camina a tu lado te lleva a pensar que cualquier cosa puede pasar y te obliga a mantenerte atento.
Es inquietante, en alerta, un poco tensa y con una energía imparable que provoca moverse todo el tiempo y correr a la velocidad de los motoristas.
Tiene una amalgama de rostros, es como si las culturas se mezclaran en un mismo lugar, porque no es raro ver a personas caminar como zombis, que claramente se ve que están bajo la influencia de alguna sustancia o adicción. Los colmados tienen música alta a cualquier hora, las fiestas no paran en ese lugar, pero igual se escucha a los lejos un grupo de cristianos predicar con un megáfonos a todo pulmón.
Pero, entre toda esa tela de araña que atrapa y embelesa, aparece la esperanza de ver un joven de 14 años vestido con su uniforme y una mochila camino a una escuela a buscar el pan de la enseñanza. También se ve una doñita sentada en su balcón de un edificio viejo de tres pisos que tiene frente a ella la única vista de un grupo de tenis colgando en los alambres.
Mujeres en tubis, jóvenes chateando con su celular de marca, y varios niños correteando de una forma natural, son de las cosas que aparentan que en La 42 todo está bien.
La calle tiene una pendiente larga y a la cual no llegamos por la alerta que nos dio la Policía: “Vamos a soltarlos hasta aquella esquina porque allá abajo hay un muerto y si esperan a su entierro la cosa se va a poner fea”, entran en miedo nuestros nervios y ellos repiten, “la seguridad no es nada alentadora para nadie que se quede aquí cuando despidan a ese hombre que mataron”.
Recatar este barrio podría ser el reto más importante para cualquier gobierno, y métodos para hacerlo hay muchos.
Hay una inocente juventud que va subiendo que no merece crecer en estas calles donde desde los diez años se ven niños fumando, corriendo entre en la gente expuesta a todo, podría ser intervenida por el Gobierno y plantar allí una transformación muy parecida a la que vivió la Comuna 13 de Medellín que es hoy una calle llena de arte en donde todo el visitante a Colombia no se quiere perder una visita a este lugar. Buscar emprendedores debería ser vital para transformar La 42 en donde muralistas la conviertan en otro punto de referencia.