La obesidad tiene muchas consecuencias en la salud. Aquí hablaremos de los problemas específicos que tiene en la piel.
El estiramiento de la piel hace que se vuelva cada vez más fina y débil, aumentando el riesgo de dermatitis, cuyos síntomas más comunes son piel reseca, comezón y erupciones.
Rascarse contínuamente la piel puede provocar enrojecimiento, rajaduras, secreciones de líquido claro, escamas, costras y engrosamiento de la piel.
Debido al aumento de peso se forman pliegues y se crean lugares cálidos, oscuros y húmedos que propician el desarrollo de microorganismos que pueden generar desde mal olor, irritación a todo tipo de infecciones. A raíz de esto pueden aparecer hongos, grietas o lastimaduras.
En caso de irritación o lastimaduras, lo conveniente es consultar con un dermatólogo, porque puede requerirse de la administración de medicamentos para tratar las infecciones. Como regla general, hay que adoptar hábitos de aseo que incluyan especial atención sobre los pliegues cutáneos.
Debes controlar a diario las áreas enrojecidas o la piel lastimada y procura secar muy bien los espacios entre pliegues. Usa un polvo secativo suave.
Evita el uso excesivo de jabón germicida porque puede alterar la flora normal de la piel.
Usa, de preferencia, prendas de algodón ya que absorben la humedad. Usa ropa interior cómoda y con elásticos suaves para evitar irritaciones y lesiones.