Estudiar el Sol no es algo que pueda hacerse con el mismo instrumental que los astrónomos usan para estudiar el resto del cosmos. La proximidad de nuestra estrella es suficiente para quemar los sensibles telescopios convencionales. Es por eso que existen los telescopios solares, y el Daniel K. Inouye es el más potente de todos.
El telescopio es el último de la red de telescopios solares que opera la Fundación Nacional de Ciencia (NSF), pero es el más potente con diferencia, con un espejo de cuatro metros capaz de tomar fotos de la atmósfera y la superficie solar con un detalle sin precedentes. Su óptica le permite tomar fotos al Sol con un nivel de detalle tres veces superior a cualquier otro telescopio solar, pero el Daniel K. Inouye es algo más que una buena cámara. Sus instrumentos de espectropolarimetría pueden medir con precisión el movimiento y comportamiento de las diferentes partículas que se mueven en nuestra estrella a nivel atómico, lo que nos proporcionará un entendimiento nuevo y muy superior de las dinámicas solares.
El Daniel K. Inouye se planificó hace 25 años y ha estado en construcción por toda una década. El telescopio está situado en el observatorio del monte Haleakalā, en la isla hawaiana de Maui, y entró en servicio el pasado 31 de agosto. Sus primeras imágenes operativas son espectaculares.
La calidad de las imágenes excede incluso las de la sonda European Solar Orbiter. En 2020, el observatorio tomó su primera imagen de prueba y en ella pudimos ver una mancha solar con un detalle como nunca antes (abajo). El Sol se encuentra ahora mismo en su mínimo solar, lo que significa que apenas hay manchas solares ni actividad realmente turbulenta. Cuando ese ciclo termine y nuestra estrella retome su furia habitual, el telescopio Daniel K. Inouye promete ofrecernos vistas aún más espectaculares.