Si el 29 de junio tuviste la sensación de que el día “pasó volando” es porque en realidad así fue. De hecho, aquel día, la medianoche llegó 1,59 milisegundos antes de lo esperado. Dicho de otra forma, fue el día más corto desde la década de 1960, cuando los científicos comenzaron a medir la rotación del planeta con relojes atómicos de alta precisión.
Cuentan los investigadores que en términos generales, la Tierra completa una vuelta completa sobre su eje cada 24 horas. Ese único giro marca un día e impulsa el ciclo de amanecer y atardecer que ha dado forma a los patrones de vida durante miles de millones de años. Sin embargo, el pasado 29 de junio fue esos 1,59 milisegundos más corto que 86.400 segundos, o exactamente 24 horas.
La secuencia, según los científicos, no es tan inusual. Es más, en los últimos años se ha producido una ráfaga de récords, con días más cortos cada vez más frecuentes. En 2020, la Tierra tuvo 28 de los días más cortos de los últimos 50 años, y el más corto de ellos, el 19 de julio, redujo 1,47 milisegundos de los 86.400 segundos que componen 24 horas.
Aunque la Tierra se está desacelerando a largo plazo, la situación es más complicada en escalas de tiempo más cortas. Dentro de la Tierra hay un núcleo fundido; su superficie es una masa de continentes cambiantes, océanos crecientes y glaciares que se desvanecen. Todo el planeta está envuelto en una gruesa capa de gases y se tambalea mientras gira sobre su eje. Todos ellos influyen en la rotación de la Tierra, acelerándola o ralentizándola, aunque los cambios son imperceptibles para nosotros.
Hay ejemplos para entenderlo. LA NASA ha explicado que los vientos más fuertes en los años de El Niño pueden ralentizar el giro del planeta, extendiendo el día en una fracción de milisegundo. Los terremotos, por otro lado, pueden tener el efecto contrario. El terremoto de 2004 que desató un tsunami en el Océano Índico movió suficientes rocas para acortar la duración del día en casi tres microsegundos.
Sea como fuere, las oscilaciones de la Tierra no cambian mucho nuestra vida cotidiana. Pero es importante realizar un seguimiento de ellos, por lo que el reloj atómico puede seguir siendo preciso para coordinar con precisión el GPS y los satélites de observación de nuestro planeta.