Ya es una escena común en Nueva York: la policía desmanteló un campamento de personas sin hogar en una acera de Manhattan el miércoles, pero ninguna accedió a realojarse en uno de los albergues de la ciudad, considerados demasiado peligrosos.
Con abucheos de activistas antidesalojo de fondo y en medio de un imponente dispositivo policial, empleados de servicios de limpieza desmantelaron las carpas azules y tiraron montones de ropa, mantas y desechos a un contenedor de basura.
La policía arrestó a varios activistas y a un vagabundo que se negaron a desalojar, después de horas de negociaciones en las que se les ofreció a los ocupantes levantar el campamento y conservar sus carpas.
Ya es una escena común en Nueva York: la policía desmanteló un campamento de personas sin hogar en una acera de Manhattan el miércoles, pero ninguna accedió a realojarse en uno de los albergues de la ciudad, considerados demasiado peligrosos.
Con abucheos de activistas antidesalojo de fondo y en medio de un imponente dispositivo policial, empleados de servicios de limpieza desmantelaron las carpas azules y tiraron montones de ropa, mantas y desechos a un contenedor de basura.
La policía arrestó a varios activistas y a un vagabundo que se negaron a desalojar, después de horas de negociaciones en las que se les ofreció a los ocupantes levantar el campamento y conservar sus carpas.
Este tipo de operaciones se ha multiplicado desde que Eric Adams, el nuevo alcalde demócrata, prometió en marzo despejar el metro de las miles de personas sin hogar que encuentran refugio allí y acabar con los campamentos en espacios públicos, con la promesa de realojamientos dignos.
Es una política que Adams justifica con el argumento de querer reactivar la ciudad tras la pandemia del COVID-19, pero que sectores de la izquierda denuncian.
«Desperdiciar recursos en una operación como esta, claramente exagerada, en un momento en que se reducen los presupuestos para vivienda social, es inaceptable», dijo la concejala demócrata Carlina Rivera.