Ya sabemos que dormir con luz puede alterar los ritmos circadianos, afectando tanto a nuestro sueño como a nuestra salud. Se cree que, por ejemplo, puede estar relacionado con la aparición de algunos tipos de cáncer. Ahora, gracias a un estudio recién publicado en PNAS, sabemos también cómo puede influir en el desarrollo de diabetes y trastornos cardiovasculares.
Durante el día, nuestra frecuencia cardíaca se mantiene más elevada que durante la noche. Esto evolutivamente nos ha ayudado a mantenernos alerta, por si tuviésemos que lidiar con algún peligro. Además, nos permite estar activos y llevar a cabo todas nuestras tareas diarias.
Por la noche, en cambio, todo nuestro organismo interpreta que estamos a salvo y que, por lo tanto, ha llegado el momento de reducir esa frecuencia en los latidos del corazón. Además, se secreta una hormona, llamada melatonina, que nos ayuda a dormir, disminuye la temperatura corporal y, en general, todo nuestro cuerpo se introduce en una especie de sistema de ahorro de energía que compensa el esfuerzo al que se ha sometido durante el día.
El problema es que si nos vamos a dormir con luz nuestro cerebro interpreta que es de día y, por lo tanto, el sistema nervioso simpático sigue manteniéndonos activos y alerta. Esto generalmente afecta al sueño. Pero incluso si nos parece que no nos molesta a la hora de dormir, sí que puede estar afectándonos de forma silenciosa.
Es lo que quisieron comprobar los autores del estudio que se acaba de publicar en PNAS. Para ello, hicieron a un grupo de voluntarios dormir con dos intensidades diferentes de luz. El primer grupo lo hizo a 100 lux, que se considera luz moderada, y el segundo a 3 lux, equivalentes a una luz muy tenue. Vieron que los del primer grupo mantuvieron una frecuencia cardíaca alta durante la noche. Esto, mantenido en el tiempo, puede estar detrás del desarrollo de trastornos cardiovasculares.