Un nuevo estudio publicado este jueves en la revista Science ha determinado que casi la mitad de las águilas en Estados Unidos están intoxicadas con plomo. La investigación se basó en las observaciones de 1.210 águilas calvas y reales y es la más extensa de ese tipo.
Los científicos analizaron la exposición de las aves —620 de ellas ejemplares vivos— a la sustancia tóxica en 38 estados del país, recopilando las muestras de tejidos a lo largo de ocho años, y detectaron frecuencias «inesperadamente altas» del envenenamiento por plomo tanto crónico, como agudo.
Los casos crónicos se manifestaron con la sustancia presente en los huesos del 46 al 47 % de todas las aves analizadas, mientras que los casos agudos se observaron cuando la intoxicación dejó rastros en el hígado, la sangre y plumas del 27 al 35 % de las águilas calvas y del 7 al 35% de las águilas reales.
A este nivel, según la modelación demográfica, la intoxicación por plomo suprime las tasas de crecimiento de la población de águilas calvas en un 3,8 %, y de águilas reales, en un 0,8 %, siendo «una limitación subestimada pero importante para las poblaciones de todo el continente de estas especies emblemáticas protegidas».
Las águilas tienden a ingerir plomo a través de las municiones abandonadas en los cadáveres de los ciervos y otros animales. La sustancia aparece en el flujo sanguíneo y se filtra a través del hígado, pero si se ingiere en cantidades significativas a lo largo de la vida, se acumula en los huesos.
Desde las clínicas veterinarias para la rehabilitación de la fauna silvestre ya se reportaban los incidentes cuando el personal encontraba fragmentos de balas en el estómago de las águilas. Entretanto, la comunidad de los cazadores en gran parte desconoce el impacto de plomo en las aves que dejan sus balas, comentó a Science el biólogo Vincent Slabe, uno de los autores del estudio.