Un grupo de científicos ha propuesto una teoría para explicar el porqué del inusual magnetismo de las rocas lunares recopiladas entre 1968 y 1972, durante las misiones del programa Apolo de la NASA, según un artículo publicado el jueves de la semana pasada en la revista Nature Astronomy.
El material que llegó a la Tierra proporcionó a la comunidad científica una información valiosa sobre la historia de nuestro satélite natural, pero dejó una gran incógnita: si bien algunas rocas parecían haberse formado en presencia de un fuerte campo magnético, no estaba claro cómo un cuerpo celeste del tamaño de la Luna podría haber generado un campo magnético de tal magnitud.
Según una nueva investigación, dirigida por Alexander Evans, geocientífico y profesor asistente de la Universidad de Brown (EE.UU.), las formaciones rocosas gigantes que se hunden en el manto de la Luna podrían haber generado el tipo de convección interior que produce fuertes campos magnéticos, algo que habría podido suceder de manera intermitente durante los primero 1.000 millones de años de la historia de nuestro satélite natural.
¿Cuál es su hipótesis?
En la actualidad, la Luna carece de campo magnético. Los modelos de su núcleo sugieren que probablemente era demasiado pequeña y no tenía la fuerza convectiva para haber producido uno continuamente fuerte, ya que para ello es necesario que el núcleo en cuestión disipe una gran cantidad de calor.
Se cree que la Luna, unos pocos millones de años después de formarse, estaba cubierta por un océano de magma. A medida que comenzó a enfriarse y solidificarse, varios minerales se hundieron hasta el fondo, mientras que otros flotaron para formar la corteza. El magma líquido restante era rico en titanio y en elementos que producían calor, como el torio, el uranio y el potasio, por lo que tardó más en solidificarse, pero finalmente lo habría hecho justo debajo de la corteza.
Basándose en la composición actual de la Luna, los científicos modelaron una dinámica acerca de cómo se habrían hundido esas formaciones de titano, así como del efecto que pudieron tener cuando finalmente alcanzaron el núcleo de la Luna, con lo cual llegaron a la conclusión de que eso probablemente ocurrió en el transcurso de aproximadamente 1.000 millones de años.
«Una sartén caliente»
Las formaciones se habrían convertido en «gotas» de 60 kilómetros de diámetro. Una vez que llegaron al fondo de nuestro satélite natural, se piensa que generaron una gran reacción en el dinamo central de la Luna, provocando en la convección del núcleo un aumento lo suficientemente grande como para generar un campo magnético en la superficie de la Luna, tan fuerte o incluso más que el de la Tierra.
«Pueden pensarlo un poco como una gota de agua golpeando una sartén caliente», explicó Evans. «Tienes algo realmente frío que toca el núcleo y, de repente, puede salir una gran cantidad de calor. Eso hace que aumente la agitación en el núcleo, lo que genera esos campos magnéticos intermitentemente fuertes», añadió.
Los autores de la investigación piensan que pudo haber hasta 100 de esos eventos de hundimiento durante los primeros mil millones de años de existencia de la Luna, y cada uno de ellos podría haber producido un fuerte campo magnético que duró cerca de un siglo.