La COP29, celebrada en Bakú, logró un histórico acuerdo financiero tras intensas negociaciones, estableciendo que los países desarrollados destinarán 300.000 millones de dólares anuales al financiamiento climático para las naciones en desarrollo, como parte de un compromiso global que apunta a alcanzar 1,3 billones de dólares anuales para 2035. Este monto sustituye la meta previa de 100.000 millones anuales, buscando abordar las necesidades de transición ecológica y adaptación climática en las regiones más vulnerables al cambio climático.
El acuerdo también responde a una demanda de larga data de los países en desarrollo: reformar la arquitectura financiera internacional para facilitar el acceso a los recursos, eliminando barreras como altos costos de transacción, limitaciones fiscales y niveles insostenibles de deuda. Además, enfatiza la importancia de asignar subvenciones y financiamiento en condiciones favorables, especialmente para los países menos adelantados y pequeños estados insulares en desarrollo, que enfrentan los mayores daños derivados del cambio climático.
El texto reitera el principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas, establecido en el Acuerdo de París, reconociendo que los países ricos, como principales emisores históricos de gases de efecto invernadero, deben asumir la mayor parte del costo. Aunque los países en desarrollo propusieron alcanzar los 1,3 billones de dólares anuales para 2030, la nueva meta fija 300.000 millones como una «capa inicial» que será financiada mediante fuentes públicas y privadas.
El acuerdo también introduce la posibilidad de contabilizar como financiamiento climático los fondos de bancos multilaterales de desarrollo, alentando contribuciones voluntarias de países en desarrollo económicamente fuertes, como China o Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, persisten debates sobre la clasificación de las naciones como «desarrolladas» o «en desarrollo», dado el cambio en el panorama económico global desde la Convención de la ONU de 1992.
Este compromiso representa un paso importante para afrontar los retos climáticos, pero deja claro que aún existen tensiones y desafíos para alcanzar las metas necesarias en tiempo y escala.