Diana de Gales, nacida como Diana Frances Spencer, fue una figura icónica de la realeza británica y del activismo social mundial. Desde su nacimiento el 1 de julio de 1961, hasta su trágica muerte en 1997, Diana capturó la atención del público no solo por su carisma y elegancia, sino también por su profundo compromiso con causas humanitarias y sociales.
Como Princesa de Gales, se destacó por su enfoque humano y accesible, una rareza en la realeza de la época. Rompió protocolos reales, como al tocar y abrazar a personas con VIH/SIDA en una época donde el estigma hacia esta enfermedad era devastador. También fue pionera en la lucha contra las minas antipersonales y en la promoción de la salud mental, demostrando un profundo sentido de empatía y solidaridad hacia los más vulnerables.
Su vida personal, marcada por un matrimonio tumultuoso con el Príncipe Carlos y una relación complicada con la prensa, reveló su vulnerabilidad y los desafíos de vivir bajo el escrutinio público. Su honestidad sobre sus problemas de salud mental y las dificultades dentro de la familia real humanizaron aún más su figura y la acercaron al público.
Diana sigue siendo una figura relevante y venerada, no solo por su legado en la realeza, sino por su influencia duradera en el trabajo caritativo y en cómo la realeza se relaciona con el público. Sus hijos, los príncipes William y Harry, continúan muchos de sus esfuerzos, especialmente en el ámbito de la salud mental, perpetuando su legado de compasión y cambio social. Su vida y su obra la convierten en un eterno símbolo de empatía y acción humanitaria.