Sara Gómez Armas |
Haifa (Israel) (EFE).- En solo ocho horas se puede convertir en el hospital subterráneo y fortificado más grande del mundo: el centro médico Rambam de Haifa, norte de Israel, con más de 2.000 camas en 60.000 metros cuadrados, está listo para atender a pacientes y heridos en caso de guerra con Hizbula, una posibilidad cada vez más cercana.
“Para explicar por qué estamos en el hospital subterráneo más grande del mundo, hay que remontarse a 2006, la Segunda Guerra de Líbano, cuando Haifa fue por primera vez atacada intensamente con misiles y no contábamos con el sistema antiaéreo Cúpula de Hierro”, cuenta a EFE el director del Hospital Rambam, Michael Halberthal.
El doctor aún recuerda cómo unas 70 misiles cayeron alrededor del hospital, haciendo temblar las paredes del edificio, mientras trataban de seguir atendiendo pacientes. “Pero nadie estaba a salvo”.
Lecciones aprendidas en 2006
Las lecciones aprendidas en 2006 sirvieron para diseñar un protocolo de emergencia para múltiples escenarios, incluida una guerra química o biológica, aunque la que más ensayan en sus frecuentes simulacros son ataques con misiles y cohetes, como los que el norte de Israel sufre desde el 8 de octubre, cuando el grupo chií libanés Hizbulá retomó hostilidades “en solidaridad” con las milicias palestinas de Gaza.
Aunque las sirenas suenan con frecuencia en Haifa, la tercera ciudad de Israel no ha sufrido grandes golpes desde entonces, pero se preparan para lo peor. Si ese momento llega, todas las plantas y especialidades del hospital se trasladarán al subsuelo, en las tres plantas concebidas en circunstancias normales como aparcamiento.
Las plantas menos 2 y menos 3 albergarán a los pacientes, incluyendo un espacio para pacientes de cuidados intensivos y quirófanos; mientras que la menos uno será donde lleguen las ambulancias y se evalúen las urgencias, explica el director.
Plan de contingencia diseñado en 2012
La dirección del Rambam tiene un plan de contingencia diseñado desde 2012, que permite pasar sus servicios al subsuelo en un plazo de 72 horas: sacar los vehículos del aparcamiento, limpiar y desinfectar, bajar las camas y los equipos médicos, habilitar quirófanos, instalar duchas y retretes, poner a funcionar los servicios de ventilación y purificación de aire…
Pero después de la experiencia del ataque de Hamás el 7 de octubre, cuando los hospitales del sur de Israel se vieron sobrepasados en pocas horas, y en el momento que Hizbulá lanzó los primeros cohetes, se decidió adelantar todas esas tareas, y en caso de emergencia, solo será necesario trasladar a los pacientes y comenzar a recibir heridos en el subsuelo.
Listo en ocho horas
“Si estalla la guerra en el norte y tuviéramos que empezar de cero, nos tomaría unas 72 horas, pero ahora podemos tener el hospital subterráneo totalmente funcional en solo 8 horas”, indicó el doctor Halberthal.
El hospital subterráneo tiene cabida para un total de 8.000 enfermos y heridos, ya que no todos necesitan camas, lo que lo convierte en alternativa no solo para los pacientes del Rambam convencional, sino para acoger a los dos otros hospitales de la zona.
“En caso de emergencia, podemos ser autosuficientes hasta cuatro días, sin recibir ninguna ayuda del exterior. Contamos con suministro suficiente de electricidad, agua, comida, medicinas, ventilación y purificación del aire…”, señala.
En la planta menos 3 se encuentra también una sala de mando, donde la dirección del hospital, junto con representantes del Ejército, la Policía y los servicios de emergencias, estarían las 24 horas monitoreando a tiempo real la situación y tomando decisiones conjuntas.
En la sala: una decena de pantallas donde se controlan todos los accesos para saber cuántos heridos llegan -incluido el helipuerto-, datos constantemente actualizados sobre la capacidad del hospital e incluso un “teléfono rojo” para estar en comunicación directa con las autoridades.
Pruebas durante la pandemia de covid-19
Este hospital subterráneo ya se probó durante la pandemia de covid-19, aunque más que como lugar seguro, se usó el espacio para albergar el alto número de pacientes en cuarentena. “Ojalá no ocurra nada más en el norte, pero si sucede, estamos listos para cualquier escenario”, subrayó Halberthal.
Las hostilidades no han hecho más que crecer desde octubre en la frontera entre Israel y Líbano -donde han muerto más de 500 personas, la mayoría en lado libanés y en la filas de Hizbulá- y alcanzaron su punto álgido el mes pasado, cuando una guerra abierta parecía inevitable, aunque la comunidad internacional, especialmente EE.UU. y Francia, se afana por impulsar una salida diplomática.Categorías