En medio de alboroto Donald Trump pide a los libertarios su voto para regresar a la Casa Blanca y derrotar a Joe Biden

Donald Trump deliberó en los escenarios de la Convención Nacional Libertaria, ayer en DC, cuando la tarde era sorprendida por una lluvia tropical, con la intención principal de conseguir el apoyo de estos.

En la actividad, Trump fue abucheado por los libertarios, durante cinco largos minutos, mientras que un puñado de groupies del partido Republicano trataba de rescatar a su jefe que miraba inmutable con su sonrisa de Hollywood.

“Necesito su voto para ganar la elección más importante de los Estados Unidos”, se confesó Trump cuando el salón principal del Hotel Hilton ya era una bomba de tiempo.

En medio de la muchedumbre, como un apuntador del cine mudo, un militante libertario -sobrepeso, colita y pantalones demodee- mostraba unos carteles para calificar -en tiempo real- que pensaba del discurso de Trump.

Poco le preocupó a Trump que se calificara su discurso. Estaba encendido en el medio del escenario, y cada vez que lo chiflaban, el candidato republicano doblaba la apuesta. “Si no era un libertario, ahora lo soy”, dijo sin perder el tono.

Y remató: “Biden representa el auge del fascismo de izquierdas”.

A pocos metros del ex presidente de Estados Unidos, acorralado por una turba que repetía “¡Queremos a Trump, queremos a Trump!”, un libertario con su cartel escrito a mano resistía los embates subido a una silla. El cartel decía: “Maga (Make America Great Again) igual socialismo”.

La movida electoral de Trump en la Convención Nacional se entiende por la paridad de votos que se aguarda para los comicios del 5 de noviembre. En las elecciones 2020, los libertarios obtuvieron un 1.2 por ciento del voto nacional (casi dos millones de sufragios), un caudal que podría significar el triunfo ante Biden.

“No deberíamos estar luchando entre nosotros”, pidió Trump.

La elección será muy pareja, y todo suma para regresar al Salón Oval. Aunque ello signifique hacer un discurso frente a un público hostil que no paraba de gritar consignas agresivas.

“Deberías recibir un balazo”, consideró un libertario a pocos metros del candidato a presidente.

En tanto, dos delegados a la Convención Nacional Libertaria habían dado la espalda a Trump y presentaban la Constitución de los Estados Unidos como un escudo en plena batalla medieval. El ex presidente habló casi una hora, y los delegados se quedaron firmes hasta que el evento político terminó.

Antes de la llegada de Trump, se escuchó a Bee Gees, Frank Sinatra, ABBA y una versión potente de Aleluya. Los militantes libertarios usaban ojotas y barba recortada; los votantes del líder republicano portaban gorra de béisbol con el acrónimo MAGA en la visera. No hablaban entre ellos, se miraban de reojo, y cada uno cumplía con sus ritos.

-Si no le tienen respeto político, ¿por qué invitaron a Trump?-, preguntó Infobae a un libertario que tenía colgado un cartelito que tenía un dogma de fe: “Sé libre, o llora”, decía.

-Nos necesita, y al final prefiero votarlo a él antes que a Biden-, contestó el militante antes de terminar su limonada.

Sobre el final del discurso, Trump apeló a las promesas electorales. Los libertarios exigen la excarcelación de Ross Ulbricht, que cumple cadena perpetua por crear y gestionar el sitio web Silk Road, que permitía a los usuarios comprar y vender drogas y otros insumos ilegales.

“Free Ross”, gritaban los liberales, una y otra vez.

Trump contuvo la respiración y dijo las palabras mágicas: “Cuando llegue a la Casa Blanca, le conmuto la pena”, prometió el candidato.

Fue la primera vez que los libertarios aplaudieron a Trump. El candidato sonreía.

La promesa de liberar a Ross fue un respiro para Trump, que también fijó posición respecto a la guerra en Ucrania, el ataque terrorista de Hamas contra Israel y el Cambio Climático. El candidato a presidente exhibe un discurso aceitado y para terminar con su ejercicio de seducción aseguró que nombraría a un libertario en su gabinete.

-¡Mentira!-, le gritaron desde el público.

A Trump no le importó.

Agradeció la invitación, cerró su puño derecho, y abandonó el salón sin perder la sonrisa.

Infobae