Zygmunt Bauman fue un sociólogo de origen polaco que enseñó en la Universidad de Leeds. A él le debemos el concepto de sociedad líquida. Bauman utiliza este concepto para explicar el aumento de la desigualdad económica y sus consecuencias.
Concepto de sociedad líquida
Según Bauman, el mundo actual se caracteriza por su estado fluido y volátil. Es lo que denomina sociedad líquida. Ésta es una sociedad en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles. Una vez definido el concepto, ya se puede aplicar al análisis de la desigualdad y sus consecuencias.
Para ello, Bauman empieza por recordar que la desigualdad viene incrementándose desde mediados de los 70. Lo ha hecho hasta el punto de que el 85% de los más ricos tiene lo mismo que 4.000 millones de pobres conjuntamente. Esto afecta a la calidad de las sociedades, porque los problemas que sufren se correlacionan con la desigualdad de rentas. A mayor desigualdad, más problemas. En su opinión, patologías sociales como el alcoholismo, las adicciones, la delincuencia juvenil o el embarazo de adolescentes derivan de la desigualdad.
El origen del problema
El origen del problema, indica Bauman, reside en la creencia de que la desigualdad tiene aspectos positivos. Se piensa que la desigualdad estimula a la gente a trabajar, invertir y asumir riesgos. De esta forma, tendrá un nivel de vida más alto, pero no es así.
Esta mentalidad, además, divide a las sociedades con el instrumento de la competencia. La competencia, sin embargo, es el sustituto de la guerra. Con ello, se pierde el impulso natural a ayudar al prójimo y las normas éticas entran en crisis. Por tanto, si queremos paz y prosperidad, tendremos que sustituir la competencia por la cooperación amistosa.
Tres ideas equivocadas
Esta situación es fruto de decisiones pasadas. Pero, lo peor de todo, es que las sociedades la soportan sin hacer nada para cambiarlo. ¿Por qué? Pues a causa de tres creencias generalizadas y erróneas que habría que desterrar. La primera de ellas es considerar que el problema de la desigualdad se resuelve mediante el crecimiento económico. De esta forma, si una economía no crece, cunde el pánico, todo va mal. No obstante, hay otra forma de resolver este problema, que consiste en redistribuir mejor la riqueza.
Para explicarlo, Bauman pone como ejemplo las políticas de los dos países beneficiados cuando se descubrió petróleo en el mar del Norte. Reino Unido los impuestos a los ricos, pensando que así aumentaría la riqueza general. Pero lo único que se incrementó fue la desigualdad. Noruega, en cambio, invirtió en crear seguridad para el futuro, mediante educación, sanidad o vivienda gratuitas. Las generaciones actuales y futuras de noruegos se beneficiarán de ello.
Libertad y seguridad
Para comprender la importancia de la decisión de Noruega es preciso recordar que hay dos valores humanos fundamentales: libertad y seguridad. Las dos tienen que darse de forma simultánea. La ausencia de una sola de ellas convierte la vida política y social en un infierno. Una democracia sana, por ello, necesita de la existencia de un sistema que proporcione seguridad a las personas. Ese sistema, en Europa, es el Estado del bienestar. Un modelo, por cierto, que no es invento de un socialista, sino de un liberal: lord Beveridge.
La segunda creencia errónea es la idea de que la felicidad se encuentra en las tiendas, pero no es así. Con ello, lo que estamos haciendo es mercantilizar los sentimientos humanos, incluidos la amistad o el amor. Como pasamos más tiempo en el trabajo y menos con la familia, nos sentimos culpables. Y, para acallar esos sentimientos, compramos regalos. Pero la cosa no funciona porque la felicidad, en realidad, no se encuentra en consumir por consumir. En cambio, se puede encontrar en cosas como el orgullo por el trabajo bien hecho, en colaborar con otros, en aportar algo a la sociedad.
Considerar que el individualismo es algo bueno es la tercera creencia falsa. Con la liberalización de las relaciones laborales a partir de la década de los 70 se quebró la solidaridad entre los trabajadores. El compañero hoy es el enemigo si hay riesgo de despidos. Y se vende el desempleo como un fracaso personal.
Consecuencias de la sociedad líquida
Todo esto es consecuencia de la sociedad líquida actual. Nos hallamos en un momento de la historia en que, a diferencia del pasado, Estado y poder no están juntos. El verdadero poder se diluye, se mueve en el espacio sin que nadie lo controle. Es un poder desconectado del territorio y de la sociedad porque las empresas, sus titulares, emigran de un país a otro. En el pasado, los empresarios dependían de sus trabajadores, como los obreros dependían de sus empleadores. Esa dependía mutua hoy se ha quebrado porque las empresas pueden deslocalizar sus actividades. Esto provoca un sentimiento de indefensión y humillación entre la gente. En la sociedad líquida, no hay sentido alguno de responsabilidad empresarial. En ella, miles de personas sin trabajo están atrapadas, sin posibilidad de irse también.https://frdelpino.es/