Un cuarto de siglo después de haber nacido e impactado a cientos de miles de personas en el Gran Santo Domingo, Villa Altagracia y Monte Plata; desde la educación hasta la alimentación, incluyendo la salud, la Fundación Pedro Martínez está cerca de completar su obra cumbre, esa que el inmortal quiso para su comunidad y que diseñó en 1998 con la asesoría de Charles K. Gifford, exjefe de Bank of America.
Decenas de hombres y maquinarias dan forma al Complejo Educativo y Deportivo Hay Poder en Aprender, un megaproyecto que incluirá una escuela para 840 estudiantes, el primer politécnico deportivo del país para igual cantidad de alumnos, en San Miguel, Manoguayabo.
Concebido como una alianza público privada, en la que Martínez cedió el terreno de 40,000 metros cuadrados que compró ese 1998 y el Gobierno construye la obra física, el complejo incluirá gimnasio, pista de atletismo, estadio de béisbol, cuatro canchas para básquet y voleibol, dos de ellas techadas.
Tendrá edificios de tres niveles con talleres para impartir carreras técnicas como manualidades, informática, enfermería, medio ambiente, seguridad, un centro de capacitación tipo Infotep y un hospital rural.
La parte de para docencia abarca 2,470 metros cuadrados. Los trabajos marchan en tiempo y están previsto estar terminados para la apertura del año escolar 2025-2026.
«Estamos en nuestra mayor transición. Queremos quintuplicar, llevar a la máxima potencia nuestro alcance», dice Carolina Cruz de Martínez, presidenta de la ONG, que también ha trabajado en Massachusetts, la segunda casa de los Martínez.
Idea, impacto
Una vez Martínez comenzó a ganar dinero hizo lo que suelen hacer los peloteros; ayudar a su entorno. En una nota de The New York Times del 23 de diciembre de 2004, Francisca Martínez, quien fuera su profesora en primaria, aseguró que el exlanzador, una vez supo ella todavía pagaba alquiler, le construyó su casa y entonces lo había hecho con hasta otros 40 familiares y cercanos.
Un dato que corroboró su agente Fernando Cuza, que aseguró invirtió en cada una de esas viviendas entre US$20 mil y US$80 mil de entonces. «El problema es que él no puede decir que no», decía Cuza.
Pero Martínez, que además levantó una iglesia, una escuela y ayudó a reparar calles, entendió el milenario proverbio chino que una vez leyó. «Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día; enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida».
«Construyo casas y casas. Pero no es suficiente. Hay demasiadas cosas que hacer aquí», decía Martínez al Times.
«Pedro siempre ha estado involucrado, fue el fundador, es la cabeza, siempre en su corazón estuvo el aumentar y mejorar la calidad de vida de su pueblo, siempre ese ha sido su grito, su misión de vida, su motivación, en él poder compartir y utilizar la plataforma que él tiene para mejorar la calidad de vida de las familias», dice Cruz de Martínez, una deportista total.
Si bien tenía presencia con la distribución de alimentos, utilería deportiva y otros tipos de ayuda, es en 2007 cuando la fundación inicia sus operaciones formales en el país. Lo hizo con el programa insignia, Hay Poder en Aprender (HAPA), que de inmediato se convirtió en un espacio para que cientos de niños y adolescentes de San Miguel recibieran nivelación académica, desarrollo de habilidades y espacio de recreación.
De la mano de Cruz de Martínez, esposa de Pedro, el campo de acción se extendió, el eco del impacto de la Fundación comenzó a recibir más donantes y su radio se amplió. Se sumó la atención a la primera infancia, servicios médicos, psicológicos y odontológicos, entrenamientos de emprendedores, capacitación técnica, escuelas de padres y madres.
El niño, el centro
«Que el niño y su familia reciban las herramientas del conocimiento que te empoderen en cualquier área ha sido nuestro objetivo», dice Cruz. «Desde identificar a un niño con un hongo en la cabeza, la calidad del agua potable, enseñarle a hervirla y cómo puede ayudarle, paños en la piel, se empieza a iluminar a los padres. Tenemos casos de niños que iban a la escuela con dolor de cabeza y un operativo médico donde se identificó que necesitaba lentes y se le suministra la montura y desaparece el dolor de cabeza».
El padre de Cruz, Enrique «Quique», es inmortal del deporte dominicano como beisbolista aficionado, su madre, Elvira Rodríguez, fue selección nacional de softbol, y su hermano, Enrique Michael, fue pelotero que llegó a la MLB. A ella, sus habilidades como voleibolista les valieron para obtener becas para estudiar en los Estados Unidos, de ahí que el deporte sea un eje central en la fundación, con el voleibol como disciplina cabecera.
Su campo de trabajo abarca 46 escuelas y la fundación emplea a 21 personas. Si bien están inscritos en instancias del Gobierno, que les aporta subvenciones, Cruz asegura que la mayor parte de los fondos llegan de eventos y estrategias recaudatorias. La principal tiene lugar en noviembre de cada año en Boston, donde entre 250 a 300 invitados hacen aportes.
«La motivación es que si no hacemos algo para mejorar la generación que viene ahí nosotros también vamos a sufrir las consecuencias. Es una motivación que no es tan romántica como decir ´yo quiero ayudar, que los niños tengan un mejor porvenir´, en realidad nuestro trabajo se ha convertido más en preventivo; porque lo que estamos viendo como generación duele, entristece y asusta», dijo Cruz, una comunicadora con paso por cadenas como ESPN y columnista.
Uno de los programas estrellas es «Back to School», que reparte mochilas repletas de útiles y materiales para los docentes utilizar en las aulas.