Han pasado cinco lustros del huracán George, pero aunque haya sido el último de grandes proporciones que nos afectó, se puede decir que es una historia relativamente reciente, que es importante recordar y tener en cuenta, porque nos golpeó con fuerza y los daños evitables se multiplicaron porque las autoridades de aquella época fueron sorprendidas por la imprevisión.
Hoy, si lo tomamos como referencia, se puede decir que nuestros sistemas de prevención de desastres meteorológicos, en su mayoría, felizmente han superado las debilidades que exhibieron ante el impacto de George.
El país ha acumulado valiosas enseñanzas, en especial por el comportamiento de los organismos de socorro ante cada alerta. En todos los casos recientes ha sido encomiable la coordinación interinstitucional, lo que nos dice que estamos en mejores condiciones para afrontar cualquier fenómeno de la naturaleza.
Los organismos de protección civil, hay que destacarlo, han reaccionado con eficacia en la prevención y en el cumplimiento de protocolos para este tipo de situaciones.
Pero también, para no cantar victoria en la víspera, debemos reconocer que hemos estado protegidos, que la naturaleza nos ha tratado con benevolencia y a lo sumo nos llega una que otra tormenta y muchos aguaceros torrenciales, casi una bendición para aplacar la sequía de algunas zonas, llenar las presas y beneficiar a la agricultura.
Eso sí, no significa que estemos completos en la materia. Pese a que hace pocas semanas se anunció la licitación de dos nuevos radares Doppler para dar seguimiento a los fenómenos atmosféricos, persisten carencias significativas en cuanto a tecnología meteorológica, como la falta de otros dos radares, además del existente y de los que están en trámite, y necesitamos más estaciones automáticas.
Mantengamos la esperanza, porque aún estamos en el tramo tradicionalmente más peligroso de esta temporada ciclónica, de que nos trate bien hasta que se termine y no nos impacten fenómenos de envergadura.
Rememoremos hoy a George en la distancia de 25 años, con la convicción de que hemos aprendido de nuestros errores, y de que lo más importante ante cada amenaza de desastre es preservar la vida.