La pesadilla de Jaycee Dugard: 18 años secuestrada por su violador a plena vista, con quien tuvo dos hijas

El 26 de agosto de 2009, Jaycee Lee Dugard fue finalmente liberada después de 18 años de secuestro y abuso a manos de Phillip Garrido y Nancy Bocanegra. Cuando fue encontrada, tenía 29 años y su apariencia había cambiado significativamente desde que fue secuestrada a los 11 años. Durante su secuestro, Dugard estuvo esposada, encerrada y sometida a abusos por parte de sus captores.

A pesar de que la policía podría haberla encontrado en varias ocasiones, no se pudo liberar hasta que una asistente social notó comportamientos extraños y denunció la situación a las autoridades. Jaycee vivió a unos 240 kilómetros del lugar de su secuestro, lo que acentuó las fallas en el sistema de seguridad.

Durante su cautiverio, Jaycee dio a luz a dos hijas como resultado de las violaciones de Garrido. La policía había visitado la casa donde estaba secuestrada en múltiples ocasiones, pero no identificaron las señales de que algo estaba mal. En varias ocasiones, vieron a Jaycee y sus hijas, pero el secuestrador los presentaba como familiares o visitantes.

Finalmente, Jaycee fue encontrada cuando estaba distribuyendo folletos religiosos junto a su secuestrador en la Universidad de Berkeley. No fue la policía, sino una asistente social la que notó su comportamiento y alertó a las autoridades.

Después de su liberación, Jaycee Dugard comenzó un proceso de recuperación y reconstrucción de su vida. Fundó una organización llamada JAYC Foundation para apoyar a otras familias que han vivido situaciones traumáticas. Escribió dos libros, «Freedom: My Book of Firsts» y «Una Vida Robada», en los que relata su experiencia y cómo logró sobrevivir durante esos años de secuestro.

Phillip Garrido fue condenado a 431 años de prisión, y Nancy Bocanegra a 36 años, por el secuestro y abuso de Jaycee Dugard y el robo de identidad de sus hijas. A pesar de todo lo que sufrió, Jaycee se niega a albergar odio en su corazón y enfatiza que no sufría del Síndrome de Estocolmo, sino que simplemente no quería permitir que el odio la consumiera.

Su madre, Terry Probyn, por otro lado, reconoce sentir odio hacia los secuestradores y reafirma su amor y apoyo inquebrantables hacia su hija, quien ha demostrado una notable resiliencia en su proceso de recuperación y en la creación de una nueva vida para sí misma y sus hijas.