El inesperado triunfo de Javier Milei en las elecciones primarias de Argentina el domingo desató una ovación ultraconservadora desde la región hasta Europa.
BBC MUNDO.-El excandidato presidencial chileno José Antonio Kast; el diputado brasileño Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente Jair Bolsonaro; el líder de Vox en España, Santiago Abascal, y Hermanos de Italia, el partido de la premier Giorgia Meloni, celebraron en mensajes públicos el 30% de votos que obtuvo Milei.
Pero, ¿cómo se compara este candidato que se define como libertario y disputará las presidenciales argentinas de octubre con esos políticos de extrema derecha o con el expresidente estadounidense Donald Trump?
“La ultraderecha tiene mucho más que ver con las ideas que se profesan. Y es aquí donde Milei calza bastante bien”, dice Cristóbal Rovira, profesor de ciencia política en la Universidad Católica de Chile, en una entrevista con BBC Mundo.
¿Cómo definirías a Javier Milei desde el punto de vista ideológico?
Hay una ola bastante global de las ultraderechas. Parten en Europa occidental, donde está el caso emblemático de Jean-Marie Le Pen en la Francia de los años 80, se expanden a Europa del este y hoy vemos que empiezan a ganar territorio en otras partes: Trump, Bolsonaro…
Milei calzaría dentro del prototipo de lo que son estas ultraderechas.
A nivel académico los definimos por dos criterios importantes. Primero, están a la derecha de la derecha convencional y profesan ideas con mucha mayor radicalidad. En el caso de Argentina, Milei se posiciona a la derecha del macrismo.
Segundo, mantienen una relación ambivalente con el sistema democrático y a veces profesan ideas autoritarias. Eso las diferencia de las derechas tradicionales, que actúan dentro de las reglas del juego democrático.
El caso de Milei entra muy bien en esta doble tipificación.
¿Qué rasgos de estilo y propuestas políticas lo colocan a nivel de la ultraderecha?
Ojo que cuando hablamos de ultraderecha no nos referimos tanto a estilos políticos.
Esto me parece relevante porque en el debate latinoamericano ha surgido este cliché de que ser de ultraderecha es ser como Trump o Bolsonaro: personajes muy rupturistas con un lenguaje bastante vulgar que conecta con demandas de la ciudadanía, sobre todo por estar en contra del «establishment».
Pero ese estilo político no necesariamente lo tienen los líderes de ultraderecha en Europa o Kast en Chile.
Conceptualmente, la ultraderecha tiene mucho más que ver con las ideas que se profesan. Y es aquí donde Milei calza bastante bien, porque tiene ideas muy de la derecha en las cuestiones morales como el aborto, en términos del crimen y esa idea de mano dura muy fuerte.
En cierto sentido es neoliberal, contra el Estado y con una agenda de privatización, lo cual lo acerca a Kast y Bolsonaro.
Pero Milei tiene un componente libertario que lo hace un bicho un poquito raro en comparación a las ultraderechas que tenemos en América Latina, donde ese componente por lo general está menos presente.
Otro aspecto peculiar de Milei es que ha ido mutando un poco su perfil ideológico.
Hoy se define como alguien contra el aborto pero hace unos años este tema no lo levantó con fuerza. Entonces ha ido girando hacia posturas más conservadoras moralmente pero que no necesariamente estaban en sus orígenes como personaje político.
¿Milei tiene más características de libertario o de extrema derecha? ¿O un conjunto encierra al otro?
Creo que un conjunto encierra al otro: él lleva a un paroxismo la cuestión libertaria que lo lleva a ser muy de ultraderecha. Es una combinatoria entre ambos elementos. A veces le da más énfasis a la cuestión libertaria, otras a la cuestión moral y otras a la del crimen.
Pero el paquete ideológico que defiende en su conjunto claramente lo posiciona en estas ultraderechas.
Y en el caso argentino es muy importante la crítica que él hace a la “casta política” en su conjunto, donde introduce a la derecha más tradicional del macrismo y de Patricia Bullrich.
Otra característica que has señalado en la ultraderecha es la agitación de sentimientos anti inmigración. ¿Se observa esto en Milei o se diferencia de las posturas de Trump y Kast?
Efectivamente, eso Milei no lo tiene.
Pero ojo que el rasgo anti inmigratorio por lo general en las ultraderechas de América Latina está poco presente, por ejemplo si pensamos en Bolsonaro. Sí está muy presente en las ultraderechas europeas.
Por eso es importante tener en mente que todas estas ultraderechas tienen elementos en común, pero hay rasgos que las definen. Es como una gran familia donde hay primos, algunos se asemejan más, pero no son todos idénticos.
Si se juntan todos la pasan fantástico, pero se diferencian en algunos elementos como el rasgo anti inmigratorio.
Giancarlo Summa, un ítalo-brasileño que estudia el resurgimiento de la extrema derecha en el proyecto Mudral, ha señalado que Milei no reivindica abiertamente la memoria de la dictadura militar en Argentina como lo hacen Bolsonaro en Brasil o Kast en Chile. Esto no es una diferencia menor tampoco…
Es verdad y volvemos a esa metáfora de que todos ellos son primos pero no hermanos.
En el componente militar, por lo menos hasta ahora, no es que Milei profese una defensa muy irrestricta de lo que fue eso.
Uno se centra en la figura de él, pero pensemos que también está tratando de armar algún grupo político. Con su vicepresidenta, Victoria Villarruel, la relación con el mundo militar es mucho más directa.
Es decir, que el proyecto político de Milei está en una etapa casi embrionaria y se corre hacia la ultraderecha…
Exacto. Y esos otros elementos ideológicos de la ultraderecha a veces no vienen del líder principal como Milei, sino de las personas que trabajan junto a él en levantar el proyecto que, como dices, es muy embrionario hoy.
Pensemos que a Milei le quedan meses de campaña y ahí pueden ir decantándose otros elementos ideológicos.
Milei hace planteos como dinamitar el Banco Central argentino y dolarizar la economía, que no parecen encajar con un nacionalismo clásico. O permitir la venta de órganos, lo que tampoco parece encajar con una visión conservadora religiosa. ¿Son más diferencias con la ultraderecha de otros países?
A cada una de estas ultraderechas hay que entenderlas en sus propios contextos nacionales y el argentino tiene una peculiaridad importante: hay una crisis económica muy grande, con el problema histórico de la inflación.
Como Milei es un candidato radical, me parece lógico que para enfrentar ese problema defienda una idea radical como la dolarización y la eliminación del Banco Central.
También me parece lógico que la ultraderecha en Chile no se meta en esa temática, porque los problemas que tenemos son diferentes a los de Argentina.
Pero como conversamos antes, el aspecto libertario le da a Milei un énfasis peculiar en comparación con otras ultraderechas que tenemos en América Latina.
Y a veces estos planteamientos libertarios lo ponen en jaque con la cuestión moral. ¿Cómo podemos pensar que una persona anti aborto diga que se puede permitir eventualmente el comercio de niños o de órganos? Esas son las cosas que no cuajan bien.
¿Milei le quita votos a la derecha convencional argentina o capta votos antisistema de diferentes lugares del espectro ideológico?
En Europa muchos analistas plantean que el viejo voto socialdemócrata sindicalista giró hacia la ultraderecha. Eso empíricamente es bastante falso; sabemos que los votantes de Marine Le Pen en Francia, la AfD en Alemania o Vox en España generalmente votaban a la derecha tradicional, se sienten abandonados por esta y empiezan a votar por la ultraderecha.
Es una incógnita hasta qué punto ese argumento viene a América Latina. Sin embargo, las evidencias en distintos países nos dicen que el voto ultraderecha latinoamericano es una combinatoria de distintos tipos de votantes: uno que venía de la derecha convencional y gira a la ultraderecha, otro que es un voto bronca contra el «establishment» y un tercer tipo de votante que viene de un mundo de izquierda conservadora moralmente y por fatiga puede terminar votando a la ultraderecha.
Necesitamos más análisis empírico para saber la proporción en cada caso. No me atrevería a decir el porcentaje dentro del voto de Milei, pero por lo que hemos visto pensaría que gran parte son votos protesta y hay que ver cuánto es un voto ideológicamente duro.
Una de las características de políticos como Trump o Bolsonaro que has señalado es que parecen mantener una fidelidad de sus votantes a prueba de errores. ¿Se aplicaría esto también a Milei o sería apresurado considerar el apoyo que obtuvo en estas primarias como votos seguros para él en octubre?
No me extrañaría que Milei mantenga el importante caudal de votos que tuvo en una elección presidencial.
Ahora, tengamos en consideración que movilizó 30% de los votos con una participación electoral que no fue tan elevada para la tradición de primarias en Argentina. Entonces, ojo que si subimos la participación electoral ese 30% puede disminuir.
No quiero decir que él tiene perdida la elección, pero creo que se le pone un poquito cuesta arriba.
Así como estos liderazgos generan una adhesion muy fuerte también generan tasas de rechazo muy importantes. Y esto es primordial para las segundas vueltas electorales, cuando los votantes solemos votar por el mal menor.
En una eventual votación de Milei contra quien sea, es muy probable que otras personas que no votaron a quien haya pasado terminen decantándose por esa otra opción porque quieren evitar que llegue la ultraderecha al poder.
En Chile, Kast ganó la primera vuelta contra Boric con una participación electoral de 45%. En la segunda vuelta la participación subió a 55% y Boric ganó por 10 puntos de diferencia.
Mucha gente votó por él para evitar que Kast llegue al poder. Es similar a lo que pasó en Francia cuando Macron le ganó a Marine le Pen.
Entonces, ¿hasta qué punto el resultado de las primarias argentinas representa una señal de avance de la ultraderecha en América Latina?
Buena pregunta. Creo que lo que hemos estado viendo en América Latina es que estas ultraderechas vienen creciendo: Milei hace cinco años no existía. Kast sacó 8% de los votos en 2017 y hoy está donde está.
Mi olfato político me diría que esta realidad llegó para quedarse. No me extrañaría que en muchos otros países de América Latina veamos un efecto dominó y estos liderazgos empiecen a ganarse un espacio en la arena electoral.
Sin embargo, me cuesta pensar que en la gran mayoría de los países de América Latina esos liderazgos van a terminar conquistando el Poder Ejecutivo. Una cosa es que obtengan el 20%, 30% o 35% de los votos y otra que tengan el porcentaje suficiente para ganar.
Esa es la gran incógnita para octubre en Argentina: si ese 30% que tiene Milei es suficiente para eventualmente en una segunda vuelta lograr el Poder Ejecutivo.
Muchos en la región ven al presidente salvadoreño Nayib Bukele como ejemplo de mano dura contra el crimen. ¿Bukele también entra en el campo de la ultraderecha?
Si volvemos a la metáfora de los primos, Bukele es el que pareciera un poquito más lejano a la familia. Yo lo engarzaría dentro de la ultraderecha con una salvedad importante: sus orígenes.
Si uno piensa en los orígenes de Kast o Bolsonaro, siempre fueron de derecha y terminan montando su propio vehículo electoral muy a la derecha. Milei incluso siempre ha tenido posiciones a la derecha, sobre todo en cuestiones económicas que ahora combina con la cuestión moral.
Bukele, en cambio, parte un poquito a la izquierda, se posiciona contra el «establishment», termina defendiendo la mano dura y después lo combina con cuestiones muy conservadoras moralmente.
Bukele ha ido girando hacia posturas muy hacia ultraderecha, por eso lo posicionaría dentro de ese gran conglomerado.
¿Qué lección debería tomar la clase política tradicional latinoamericana en general frente al surgimiento de figuras como Milei?
Una primera lección es que la gran mayoría de las veces estos actores ganan no siempre por la agenda económica, sino más bien por la agenda cultural: cuestiones como el aborto o el matrimonio igualitario han venido ganando terreno en América Latina y ya no prima solo la cuestión económica de Estado o mercado.
Segundo, hay un malestar muy generalizado contra la capacidad de los políticos para escuchar las demandas de la ciudadanía.
Estos actores de ultraderecha conectan con esas sensibilidades, proponiendo muchas veces soluciones que van a generar más problemas. Entonces la clase política de América Latina tiene que entender mejor esas problemáticas.
El tercer punto es que una de las demandas transversales en América Latina tiene que ver con el crimen organizado y ni la izquierda ni la derecha convencional han logrado proponer soluciones de largo plazo que sean compatibles con el sistema democrático.
Es otro gran talón de Aquiles.
Has escrito que estos liderazgos de ultraderecha, de llegar al gobierno, pueden desembocar en “regímenes competitivos autoritarios”, donde sigue habiendo elecciones pero gobiernan más como dictadores. ¿Esto no puede pasar también con liderazgos de izquierda?
Por cierto que sí, Venezuela es el mejor ejemplo: quien construyó el regimen competitivo autoritario venezolano fue la izquierda y no la derecha.
Pero hoy si uno analiza el panorama global de erosión de los sistemas democráticos, proviene bastante más desde la ultraderecha que de la ultraizquierda.
Incluso en América Latina la ultraizquierda no está muy bien posicionada electoralmente. Más bien las ultraderechas han venido ganando terreno. Sabemos por la evidencia comparada que ponen en riesgo los regímenes democráticos y pueden provocar procesos de gradual erosión democrática.
Es un tipo de riesgo diferente al que plantearon la derecha o las dictaduras de los años 60 o 70, cuando simplemente querían desmoronar el espacio político.
Y con esto no quiero decir que las ultraizquierdas no sean peligrosas.