Las profundidades oceánicas siguen sorprendiéndonos. El último ejemplo de ello es un pequeño animal que podría llevar décadas confundiendo a los biólogos. Se trata de la estrella de plumas antártica, un invertebrado con una veintena de brazos en forma de plumas que vive en las profundidades del océano más meridional de nuestro planeta.
Los crinoideos (o Crinoidea, también conocidos como estrellas de plumas o lirios marinos) son de esos animales que parecen sacados de una película de extraterrestres. Entre sus parientes más cercanos se encuentran las estrellas y los erizos de mar. Dependiendo de la especie y de su estado del desarrollo pueden encontrarse anclados al lecho marino o flotando no muy lejos de éste.
Esta clase de animales cuenta con varios centenares de especies clasificadas en diversas familias taxonómicas, entre ellas la de la estrella de plumas antártica (Promachocrinus kerguelensis), una especie que hasta ahora se creía única en su clase (Promachocrinus) pero que, tal y como acaba de descubrir un equipo estadounidense de biólogos, no lo estaba tanto.
Aquí es donde entra la llamada estrella de pluma de fresa(Promachocrinus fragarius). Esta especie fue documentada recientemente gracias al trabajo de un equipo liderado por investigadores de la Institución Scripps de Oceanografía, adscrita a la Universidad de California, San Diego (UCSD).
Tras combinar el análisis del ADN de las especies con un estudio morfológico de los ejemplares, el equipo concluyó que la familia de la estrella de plumas antártica era mucho mayor de lo que se creía hasta ahora. Los detalles del estudio sobre la “genealogía” taxonómica de esta familia de invertebrados, ha sudo publicado recientemente en la revista Invertebrate Systematics.
Donde antes se creía que había una especie podría haber, en realidad, ocho. Entre ellas destaca P. fragarius, especie cuyo nombre hace referencia a la forma de su cuerpo, pero de la que destaca otra característica: una veintena de brazos alargados que pueden alcanzar los 20 centímetros de longitud.
Según explicaba Greg Rouse, uno de los autores del trabajo, a Business Insider, los 20 brazos de la especie recién catalogada doblan en número a lo que se consideraba habitual en las plumas antárticas documentadas hasta el presente.
Estos brazos están segmentados y de ellos parten sendas hileras de filamentos que dan aspecto de pluma a las extremidades. Por si esto fuera poco, la especie cuenta también con otra serie de extremidades, estas más cortas, llamadas cirros.
Estos animales se desplazan de tal manera que utilizan los cirros para adherirse al lecho marino mientras que los brazos se elevan hacia la superficie. Tanto brazos como cirros parten de un mismo bulbo, con forma de fresa, característica que ha valido a la especie su nombre.
Descubrir y catalogar nuevas es toda una carrera contrarreloj. Aún es mucho lo que desconocemos sobre el fondo de los océanos y de los seres vivos que lo habitan. Sin embargo la biodiversidad marina puede ser clave para comprender mejor la vida en nuestro propio planeta. Y también fuera de él.
Sin embargo, los severos cambios a los que se enfrentan los mares hacen que la vida oceánica pueda sufrir importantes cambios en los años venideros. No sólo por cambios en la temperatura del agua, también por potenciales cambios en aspectos clave como su nivel de acidez, e incluso su color.
A pesar de ello cada año los investigadores siguen encontrando nuevas criaturas en estos ecosistemas. Algunas las vamos catalogando otras, siguen siendo un auténtico misterio.