Los seres humanos, por alguna razón, tenemos cierta tendencia a conservar cosas que no utilizamos. Puede que sea por especulación, valor sentimental o pereza de deshacernos de ellos, pero lo hacemos. Y, muchas veces, nos olvidamos de que tenemos este o aquel elemento guardado en alguna parte de nuestra casa (o de un vecino).
Ahora bien, si alguno de estos objetos se revaloriza es un buen momento para recordar que podemos hacerlo algo de dinero con él. Eso ha pasado en muchas ocasiones en los últimos años. Karen descubrió a principios de este año que tenía un iPhone original, intacto, sin desprecintar. Y claro, lo vendió por una fortuna.
Cuando los artículos retro se revalorizan
Charles, por su parte, decidió vender una treintena de SEAT 600 en Wallapop después de medio siglo olvidados en un garaje. Si estas historias te han resultado curiosas e interesantes, puede que la de James te impacte aún más. El hombre compró más de 2.000 computadoras hace tres décadas y ahora ha empezado a venderlos.
Lo más singular de su caso es que durante aproximadamente 23 años, los ordenadores de James permanecieron en el nivel superior de un granero de un vecino. Y, dado que el almacén empezó a tener problemas estructurales, se vio obligado a desalojarlo y deshacerse de ellos. Volvamos en el tiempo para conocer esta historia.
Según cuenta Vice, el ahora jubilado oriundo de Massachusetts, Estados Unidos, era un apasionado de los ordenadores. En sus tiempos universitarios había descubierto la famosa revista Byte, que le motivó a elegir la ingeniería informática y la programación de bases de datos y desarrollo de sistemas integrados como su trabajo.
Hacia finales de la década de 1980 pensó en crear un sistema de central telefónica para empresas, idea que estaba en su mente cuando se encontró con un aviso de venta en lote de más de mil ordenadores personales en “cajas nuevas y originales” de una marca que había caído en bancarrota años antes.
Se trataba de ordenadores NABU (sigla que quieren decir Acceso natural a servicios públicos bidireccionales). Se trataba de una compañía canadiense que brindaría conectividad de red a través de los servicio de televisión por cable. Los clientes se conectarían con estos ordenadores personales bastante particulares.
James consiguió una rebaja de precio y los compró a todos. De un momento a otro tenía 2.200 ordenadores acompañados de sus teclados con procesador Zilog Z80 que funcionaba a 3,58 MHz, 64 KB de RAM, vídeo de Texas Instruments y sonido de General Instruments. El tiempo pasó y su proyecto de la central telefónica no se materializó.
Después de una década, este ingeniero encontró un nuevo hogar para sus ordenadores: el granero de un vecino. Este fue un buen lugar para el equipo retro, hasta que el lugar empezó a tener problemas estructurales, posiblemente por las 22 toneladas de peso que significaba los NABU de James.
Frente a esta situación no encontró otra alternativa que desalojar el granero. Los ordenadores habían descansado plácidamente durante 23 años allí, pero ahora debían permanecer en otro lugar. Este fue el evento que obligó al ingeniero jubilado a tomar otra decisión, que no era otra que la venta definitiva de todos los equipos.
Así, los publicó en eBay por 20 dólares cada uno (18 euros) con pocas esperanzas de que pudiesen ser vendidos. Pero la realidad le demostró sus viejos NABU podían valer más. Después de vender las primeras unidades elevó el precio a 60 dólares (55 euros) y recientemente volvió a aumentarlos a 100 dólares (91 euros).
James cuenta que decidió aumentar el precio de los ordenadores porque la gente le decía que los estaba vendiendo demasiado baratos. Hasta ahora ha vendido una cuarta parte de todo el stock y, aunque el interés parece haber disminuido, todavía tiene la esperanza de vender unas cuantas unidades más.