Si hay un animal que simbolice la fuerza del grupo, la importancia de la cohesión social y el éxito en la caza fruto de una buena coordinación, es el lobo.
Las representaciones culturales en torno a este concepto son abundantes, tal vez la más relevante sea la que aparece en los primeros cuentos del recopilatorio de Rudyard Kipling, El libro de la selva, adaptado al cine, tanto en películas de animación (Las historias y cuentos tras las películas de Disney) como de acción en vivo. Tanto el libro como las películas ponen en valor la importancia de la manada –como unidad social en el lobo–, del trabajo en equipo y de la cooperación.
Aunque se trata de una interpretación libre de Kipling, resulta bastante rigurosa para su época en lo que al comportamiento se refiere. Sin embargo, había muchos aspectos sobre la comunicación y el mantenimiento de la cohesión social en las manadas de lobo, entonces desconocidos —fue escrito en 1894—, que aún hoy se están investigando.
El mito del lobo ‘alfa’
Casi inevitablemente, las primeras hipótesis sobre la coordinación de los lobos caían en un sesgo antropomórfico. La mayoría de los estudios, hasta poco tiempo, asumían que las manadas de lobos se coordinan desde un solo individuo, el alfa, a partir del cual se establece una estructura jerárquica de mando.
Ha de haber, por lo tanto, una especie de comunicación unidireccional, desde el alfa hacia el resto de la manada, que cumple obedientemente las órdenes, como la tripulación de un barco lo hace con su capitán. Esta idea se veía reforzada por un hecho curioso: la eficacia de la manada está inversamente correlacionada con su tamaño: manadas pequeñas, de entre cinco y diez individuos, tienen más éxito, en general, que manadas más grandes, de veinte o treinta lobos. Al fin y al cabo, para un capitán es más fácil coordinar a unos pocos subordinados que a muchos.
Sin embargo, esa idea generalizada del alfa y la coordinación por mando, tan atractiva para muchos, no es realista. Los lobos no funcionan así. Muy al contrario, la coordinación de la manada no parte de un solo individuo, sino de un patrón emergente que surge de decisiones individualesdependientes del comportamiento del resto de los miembros.
La caza coordinada como sistema emergente
Es cierto que existe un lobo —normalmente, la hembra reproductora de la manada— que actúa como cabeza visible en la caza, pero no hay mandato, órdenes ni jerarquía clara. La organización en torno a la hembra dominante no depende de sus deseos, y no hay una comunicación activa durante la caza: el patrón se explica por un conjunto de comportamientos asociados a la percepción subjetiva de cada lobo, que opera como individuo, pero que da lugar a una estructura global. Un sistema emergente.
El sistema, básicamente, se establece a partir de tres elementos clave: la hembra reproductora, la presa y cada lobo individual. La líder centra toda su atención en la presa, buscando el punto más débil o la forma de arrastrarla a una zona en la que el terreno le proporcione alguna ventaja. Cada uno de los lobos restantes toman, entonces, posiciones en función de la presa y la hembra dominante. Cada uno toma sus decisiones de forma individual, pero de forma dependiente en función de los movimientos de la hembra y de la presa.
De este modo, los patrones globales de caza (Las terribles consecuencias de acabar con el lobo en …) resultado de esas interacciones, como el cerco o el arrastre de las presas a terrenos favorables, no son premeditados, dirigidos ni controlados, sino que emergen de dichas interacciones subjetivas e individuales.
La comunicación y la cohesión social
Aunque el comportamiento exhibido durante la caza es una coordinación producto de decisiones individuales, y no de una clara jerarquía de mando y órdenes, lo cierto es que en la manada sí se mantiene cierto nivel jerárquico. Normalmente, hay una pareja reproductora, y en torno a ella, se organiza el resto de la manada, que normalmente forma un grupo familiar.
Para mantener la manada sí se establecen sistemas de comunicación. Además, los miembros de la manada también se comunican con otras manadas. Es bien conocido que, para ello, emplean sustancias químicas presentes en la orina. Según un descubrimiento reciente, en este comportamiento también tienen una gran importancia las heces.
Las heces como elemento comunicativo entre lobos
Un reciente artículo muestra los resultados obtenidos por un equipo de investigación liderado por Isabel Barja, de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha puesto en manifiesto la importancia de las heces como elemento comunicativo entre los lobos.
En el estudio, los investigadores recopilaron muestras frescas de heces de lobo ibérico, que fueron identificadas visual y genéticamente, analizando también el sexo de los individuos. Empleando técnicas de cromatografía de gases y espectrometría de masas, identificaron hasta 56 compuestos químicos con una importante función de señalización. Su presencia variaba según el sexo y el estado reproductivo de cada lobo.
Estos hallazgos, publicados en la prestigiosa revista científica Scientific Reports, dependiente de Nature, muestran la gran importancia de las heces en la comunicación entre lobos, tanto dentro de la manada, como entre manadas. Según los investigadores, el lobo puede llegar a transmitir información fundamental a sus congéneres a través de la señalización por heces.
La comprensión de esta forma de comunicación abre nuevas puertas a la investigación del comportamiento de estos animales, la desmitificación de ciertos aspectos de su vida, y la apreciación de la gran complejidad de su organización social.