La popularización de las videoconferencias, el aumento del teletrabajo y el auge de los streamers, potenciados todos por el confinamiento de la pandemia, terminaron de normalizar el uso de las ‘cámaras web’ entre usuarios de todas las edades. Difícilmente podían intuir sus posibilidades quienes jugaron con los modelos pioneros; la primera webcam del mundo, de hecho, se ideó con un fin tan trivial como vigilar una cafetera desde otra habitación.
Con una tecnología que parecía estancada, en los últimos años están apareciendo webcams revolucionarias que poco tienen que ver con las primitivas imágenes que brindaban los primeros diseños, cuando aún no sabíamos muy bien para qué serían útiles o quién podría tener interés en usarlas. Hoy en día las hemos integrado de tal manera en nuestra cotidianidad que ya no nos extraña que tengamos neveras inteligentes con videocámaras integradas, o que sean un pilar básico del trabajo de miles de personas.
Pero, como tantas cosas en nuestra historia, la webcam nació casi de casualidad para solventar una incomodidad algo pueril, vinculada con algo que nos define muy bien como seres humanos: la adicción al trabajo y la cafeína.
Una cafetera para estimularlos a todos
Hay que remontarse a principios de la década de los 90 y recordar cómo aún la informática, y especialmente internet, estaban aún en pañales y en los albores de descubrir todas sus posibilidades. Corría el año 1991 cuando un grupo de entusiastas trabajaban a destajo en el Laboratorio de Informática de la Universidad de Cambridge (Inglaterra), en una sala llamada Trojan Room(«sala troyana»).
Como solía ocurrir entonces, y sigue ocurriendo a día de hoy, los jóvenes investigadores dedicaban muchas horas seguidas a su trabajo con gran dedicación, y puesto que las bebidas energéticas no estaban tan extendidas aún, echaban mano del estimulante más consumido en todo el mundo, el café. El problema es que eran demasiadas bocas para una sola máquina.
La única cafetera que tenía que mantenerles despiertos y con energía durante largas horas estaba en un pasillo fuera de su estancia de trabajo. Solo en la Trojan Room trabajaban simultáneamente unas 15 personas, y tenían que compartir la susodicha máquina, una cafetera corriente de filtro tipo americana, con compañeros de otras estancias del laboratorio. Como era de esperar, el café se agotaba a la velocidad del rayo.
El incordio de la cafetera vacía
Quentin Stafford-Fraser, considerado el inventor de la primera webcam junto a su colega Paul Jardetzky, rememora la situación vivida aquellos días con elocuencia: «Como académicos pobres y empobrecidos que éramos, solo disponíamos de una máquina de café para todos, que estaba en el pasillo justo fuera de la sala. Sin embargo, como éramos muy dedicados y trabajadores, consumíamos mucho café, y cuando se preparaba una cafetera nueva, a menudo no duraba mucho».
Él y su equipo al menos solo tenían que levantarse, salir de la sala y caminar un poco por el pasillo para comprobar si quedaba café, pero otros compañeros incluso tenían que lidiar con tramos de escaleras para llegar a sus dosis de cafeína. Y encontrarse con la jarra vacía suponía un incordio que se repetía multitud de veces durante su jornada laboral, con el consiguiente retraso en el trabajo.
«Esta interrupción del progreso de la investigación en informática nos causó obviamente cierta angustia, y así nació XCoffee«, señala Stafford-Fraser. Haciendo gala de su espíritu emprendedor y creativo, si tenían una necesidad, solo debían idear la solución que tuvieran en sus manos.
Sin presupuesto en el laboratorio para comprar más cafeteras, hicieron lo que mejor sabían hacer: aprovechar la tecnología informática disponible para ahorrarse viajes infructuosos al pasillo.
XCoffee, la primera webcam del mundo
En realidad Quentin Stafford-Fraser se quita méritos cuando los medios continúan señalándole como el inventor de la primera webcam de la historia, remarcando que fue un trabajo en equipo y restándole importancia, pues tampoco es que tuvieran la idea de estar haciendo nada revolucionario.
Para poder vigilar la cafetera echaron mano de unos ordenadores que tenían en la sala para probar sus redes, uno de los cuales disponía de un capturador de imágenes de vídeo. Fijaron una cámara a un soporte apuntando directamente a la máquina de café, pasaron los cables por debajo del suelo y los conectaron al capturador situado dentro de la Trojan room.
Jardetzky escribió un programa servidor que se ejecutaba en dicha máquina y capturaba imágenes de la cafetera cada pocos segundos en varias resoluciones -que hoy consideraríamos minúsculas-, mientras que Stafford desarrolló un programa cliente conectado al servidor para que lo pudiera ejecutar todo el mundo del laboratorio.
De este modo, cualquier trabajador conectado a ese servidor recibía una imagen de la cafetera, en forma de pequeño icono en una esquina de su pantalla. Más que un vídeo en directo era una imagen estática que se actualizada unas tres veces al minuto, pero, como puntualiza su creador, daba igual porque la propia cafetera se llenaba muy lentamente. Por supuesto, en escala de grises; tampoco es que el color fuera muy relevante para ver si quedaba café.
Según Stafford-Fraser, apenas tardaron un día en montar el dispositivo, pero considera que es el trabajo más satisfactorio y más útil de todos los que desarrolló en aquel puesto ocupándose de las redes. Y daba mucha conversación entre compañeros del gremio, convirtiéndose rápidamente en el tema de cenas, convenciones y reuniones.
La historia corrió como la espuma entre el sector e incluso se difundió en una columna firmada por Bob Metcalfe en la Comm Week de 1992 de la Universidad Estatal de California. Durante un tiempo dio lugar a chascarrillos y juegos entre los informáticos de aquellos círculos, tanteando la idea de aplicar el mismo artilugio para otras aplicaciones cotidianas, como controlar una impresora o una foodtruck de sándwiches.
Cuando dejó de ser novedad, otros investigadores del laboratorio, Daniel Gordon y Martyn Johnson, recuperaron la cámara colocando un capturador nuevo de fotogramas y conectándola, ahora sí, a la world wide web, es decir, a internet, retransmitiendo en vivo la vida de la cafetera para millones de personas. Al menos, para los curiosos que quisieran verla en un rudimentario directo.
La página web con la retransmisión estuvo activa hasta el 22 de agosto del año 2001, cuando se apagó para siempre, por un traslado de las instalaciones del laboratorio. Fue el capítulo final de una tecnología que hoy consideramos indispensable, y que nació como mero atajo para la vida cotidiana. A nadie le gusta estar de plantón esperando su café.