El olfato es uno de los sentidos más emocionantes y memorables del ser humano. Son muchos los estudios que afirman que los olores nos dejan recuerdos más intensos y duraderos que las imágenes o los sonidos. Sin embargo, es el sentido menos explorado en el conocimiento del pasado. Podemos ver y tocar piezas, monumentos y demás objetos históricos. Se han reconstruido muchos instrumentos antiguos para escuchar la música de siglos atrás y en los últimos años se ha avanzado mucho en el rescate de sabores y recetas del pasado, al punto de volver a comercializarse el garum, la famosa salsa de los romanos. Pero el olfato requiere retos más difíciles para la investigación. Más allá de los productos y plantas que seguimos utilizando hoy días desde la Antigüedad como el trigo o el romero, es difícil saber cómo olía una momia, qué fragancias se respiraban en la acrópolis ateniense o al saludar a una dama romana. Por suerte, el avance tecnológico nos acerca cada vez más a los olores del pasado y ahora sabemos qué llevaba exactamente los perfumes del imperio romano.
El olor del pasado
Rescatar el olor de un perfume romano es entrar directamente en una de las sensaciones más efímeras que se podrían experimentar en el día a día de la Antigüedad. La palabra “perfume” viene del latín per fumum, es decir, “por medio del humo”, pues estos olores se lograban originalmente quemando maderas, raíces y plantas aromáticas. Por tanto, un perfume lleva intrínseco el valor del instante en que la fragancia acaricia nuestro olfato y se marcha.
Aunque suene redundante, es un sentido muy sensible el que captamos por nuestra nariz, por lo que es lógico imaginarnos a todas las culturas de la historia ingeniando maneras de acicalarse con el uso de perfumes que resultaran agradables a sus posibles compañías. En este aspecto, los romanos mostraron un gran aprecio por los perfumes como uno de los elementos más importantes a la hora del aseo y ponerse guapos y guapas para la vida pública. Así lo testifican la cantidad de tarros y ungüentarios encontrados en yacimientos arqueológicos romanos, así como en las menciones al perfume que podemos rastrear en la literatura latina. Sin embargo:
“Aunque las excavaciones arqueológicas han recuperado un gran número de vasijas utilizadas para contener perfumes o ungüentos en la antigua Roma, poco se sabe sobre la composición química o el origen de las sustancias que contenían. La mayor parte de la información disponible se refiere a ungüentos y/o bases cosméticas más que a esencias”.
Perfume conservado durante 2000 años
A esta ausencia de información ha venido a ponerle fin un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba, que ha identificado por primera vez la composición de un perfume romano con más de 2000 años de antigüedad.
La ciudad de Carmona, en Sevilla, fue una ciudad destacada en los siglos I y II d. C., cuando los romanos dominaban Hispania. El municipio ofrece constante posibilidades de estudio sobre los edificios y el modo de vida romano de la época, con restos destacados como los conservados en el yacimiento de Itálica. Por si fuera poco, en Carmona se encuentra el mayor conjunto funerario de época romana de la Península ibérica. En 2019, en el curso de unas obras, salió a la luz un pasillo subterráneo que desembocaba en un mausoleo colectivo. En la cámara funeraria se enterraron a seis adultos, tres hombres y tres mujeres, incinerados y almacenados en urnas de piedra o vidrio. A juzgar por el tipo de construcción, la decoración, ofrendas y ajuar funerario, la tumba perteneció a una familia de un alto nivel económico. En una de las urnas se encontró un frasco de cuarzo en forma de ánfora que se había mantenido sellado por un tapón y conservaba en una masa sólida en su interior. Por la calidad y naturaleza del ungüentario era probable que se tratase de un perfume o cosmético solo al alcance de los adinerados del momento. El hallazgo ofrecía una gran oportunidad para analizar el contenido y descubrir qué sustancias se utilizaron para su fabricación.
“El imperio romano olía a pachulí”
Daniel Cosano, Juan Manuel Román, Fernando Lafont y José Rafael Ruíz Arrebola se encargaron de analizar el frasco encontrado en Carmona y los resultados de la investigación se publicaron en la revista Heritage, donde se explican:
“Los resultados de un estudio arqueométrico del tapón del ungüentario y su contenido. Basado en ellos, y en comparaciones con los patrones de aceite de nardo y pachulí disponibles en el mercado, el perfume contenido en el ungüentario probablemente era pachulí. Hasta donde sabemos, esta puede ser la primera vez que se identifica un perfume de la época romana, lo que supone un gran avance en este campo. El tapón del ungüentario estaba compuesto por dolomita, material también desconocido en este tipo de uso, y se utilizó betún para sellar el ungüentario con el tapón”.
El perfume, por tanto, consistía en aceite esencial obtenido del Pogostemon cablin, conocido como pachulí, una planta de origen indio que se sigue empleando en la perfumería actual. El descubrimiento supone un hito en el conocimiento del pasado que nos permite saber con exactitud a qué olía una mujer romana de hace 2000 años.