«Fumar matar», «fumar provoca cáncer mortal de pulmón» o «fumar acorta la vida» son algunos de los mensajes que llevan presentes en las cajetillas de tabaco españolas desde 2003. Mensajes que, quizá, en unos años también veremos en botellas de vino, de cerveza, de destilados y de otras bebidas alcohólicas.
Así ha saltado la alarma desde Irlanda, que será el primer país europeo que para 2026 pretende que toda bebida alcohólica lleve un etiquetado donde se incluyan los gramos de alcohol, las calorías y avisos de que el alcohol puede provocar cáncer y enfermedades hepáticas, con frases «Beber alcohol causa cáncer de hígado» o «Hay una relación directa entre el alcohol y cánceres fatales».
Así lo ratificó el pasado 22 de marzo el ministro irlandés de Sanidad, Stephen Donnelly, y así ha soliviantado a diversos sectores y productores de bebidas alcohólicas que llevan preparándose para plantar cara en este sentido desde hace años.
No obstante, el Comité Europeo de Empresas del Vino ya presentó hace unos días una denuncia ante la Comisión Europea. En ella indican que «las disposiciones incluidas en las normas de etiquetado irlandesas son incompatibles con el Derecho de la Unión Europea» y que, además, «constituyen una barrera injustificada y desproporcionada para el comercio bajo la legislación comunitaria».
Son muchas las asociaciones médicas que han aplaudido una medida que consideran necesaria, pero lo cierto es que la oposición choca frontalmente con el lobby de las bebidas alcohólicas. Especialmente, el del vino, que ya ha puesto en marcha esa maquinaria para evitar que la legislación irlandesasalpique al resto de la Unión Europea.
Lo hacen bajo el paraguas de atentar contra el mercado único, pero de fondo está el temor de una criminalización del alcohol y el riesgo a que repercuta en ventas. No obstante, diversas entidades y patronales del vino también apuntan a que esta nueva etiqueta pone en riesgo el sector, del cual dicen que actúa como elemento cohesionador y fijador del territorio en las zonas rurales.
Lo que no deja de ser cierto es que no existe consumo seguro de alcohol y que el único consumo seguro sería no consumirlo, pues las hipotéticas ventajas que tiene —todas ellas desmontadas— se disipan cuando ya estamos ingiriendo un tóxico. Es una obviedad, pero es necesario repetirla para acabar con el mito de la copita de vino por sus virtudes saludables o por la propia cerveza.
No obstante, las empresas dedicadas al sector intentar limar una implantación del etiquetado, especialmente porque las importaciones de alcohol a territorio europeo no deberán pasar por ese filtro. Es decir, una cerveza estadounidense, un whisky japonés o un vino argentino no tendrían que corregir su etiquetado. Al contrario de lo que pasaría con un vino francés, un vodka polaco o una cerveza alemana.
El otro factor que preocupa al sector es que la distinción en el etiquetado no apunta a diferenciar entre consumo moderado y consumo abusivo, lo que creen que también supone una demonización por igual. Del mismo modo, el mundo del vino protesta porque no se tenga en cuenta el factor social y económico que supone, que en algunos casos consideran «motor económico de muchas regiones».
Argumentos a favor y en contra no faltan. Ahora queda ver si la decisión de Irlanda va calando en el resto de Europa y finalmente el alcohol tendrá que pasar por el aro de etiquetarse así o, por el contrario, cada país podrá hacer de su capa un sayo.