La etiqueta es un conjunto de reglas específicas diseñadas para garantizar un comportamiento amable y adecuado a la cultura, por lo que puede variar de una nación a otra y se hace imprescindible, antes de actuar, conocer los modales del lugar donde estemos y lo aceptado como correcto en ese entorno.
Curiosamente, algunos pasajes de la Biblia se refieren a pautas concretas sobre la práctica de la etiqueta y de los buenos modales.
El estándar básico para el comportamiento cristiano se cita en 1 Corintios 10:31, que dice: «Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios».
Cuando estamos conscientes de que nuestro propósito de vida es honrar al Señor en todo lo que hacemos, en cualquier lugar donde estemos, comenzamos a entender que quien está hecho a imagen y semejanza de Dios actúa con cordialidad, respeto y empatía en cualquier escenario.
El buen uso de la etiqueta es una de las formas en que podemos generar vínculos positivos y crear una conexión con las personas a nuestro alrededor.
En la Biblia también encontramos referencias sobre los detalles de un evento, el rol del anfitrión, cortesía en la mesa, el lugar que corresponde al invitado de honor y otros aspectos protocolares.
El propio Jesús deja claras algunas normas de cortesía en ‘la última cena’, el banquete más importante para los cristianos.
También Holofernes, Asuero, Baltasar, Herodes, Salomón, Herodiano, Gedeón, Ester, Nehemías, Saul, Absalón, Abraham, Isaac, Tolomeo, Job, aparecen vinculados a importantes fiestas.
Juan José Feijo, en su portal Protocolo.org, plantea varios puntos interesantes sobre el momento del inicio del banquete, a los que la Biblia hace referencia en Libro de Samuel: «El pueblo no comienza a comer antes de que llegue él, porque es él quien tiene que bendecir el Sacrificio», vinculado al invitado de honor.
Otros puntos que señala Feijo
En el relato del banquete de Ester, se cuenta que cuando entró la reina en la Cámara Real «Asuero estaba sentado en el trono de cara a la puerta», rol del anfitrion.
En Génesis se plantea que cuando José recibió en Egipto a sus hermanos «estos fueron sentados en una mesa aparte frente a su anfitrión. Cada uno en su puesto, del mayor al menor». Y José «donde su propia mesa y a través del mayordomo, les mandaba las porciones del asado que se había preparado». Aquí se describe la relevancia del papel del anfitrión respecto a sus invitados.
Otro gran anfitrión que cita la Biblia es Asuero, quien investido de todo el gran poder que le otorgaba su soberanía desde la India hasta Etiopía, celebraba grandes festines con el propósito de acrecentar su sensación de poder y confirmar su regio mandato.
Cuentan las crónicas bíblicas que «cuando se sentaba en su trono real y reinaba desde hacía tres años, dio un banquete a todos los príncipes, ministros y jefes del ejército persa y medo, a los nobles y gobernadores de las provincias. Quería con esto poner ante sus ojos la riqueza y la gloria de su imperio, el fausto y esplendor de su magnificencia».
Asimismo, se relata otro banquete ofrecido durante siete días, a toda la población de la ciudad de Susa, desde el mayor al menor, en el patio del jardín real.
La suntuosidad de este encuentro queda reflejada en uno de los párrafos del Libro de Ester: «Colgaduras de lino blanco y celeste, sostenida por cordones de seda y púrpura roja, pendían de anillas de plata, fijadas en columnas de mármol; se habían colocado divanes de oro y plata a lo largo del pavimento de piedras raras, de mármol blanco, de madre perla y de mosaico».
La opulencia no tenía limites, se relata que las bebidas se servían en tazas de oro, todas diferentes «y se ofrecía vino abundante, conforme a la esplendidez regia».