A nadie le gusta limpiar, pero ya que hay que hacerlo, ¿por qué no efectuamos esa tarea de manera que nos aporte paz y tranquilidad, sin que nos agote ni sea una pesada carga? Una organizadora profesional ofrece claves para dedicarle el menor tiempo al orden y a la limpieza domésticos y además disfrutarlo.
“Lo que se ensucia se limpia. Lo que se acaba se reemplaza. Lo que se abre se cierra. Lo que se usa se devuelve a su lugar”. Son las 4 reglas de oro del orden y la limpieza domésticos, para la gente sin tiempo, según la emprendedora Eva Ruiz.
“No vivimos en museos ni nuestras casas son bibliotecas, donde todo tiene que estar colocado y numerado. Podemos tener un desorden ocasional, con juguetes esparcidos por el salón cuando los niños juegan o la cocina a medio recoger durante una sobremesa, pero después hay que limpiar y ordenar”, señala.
En definitiva, “lo que nos ayudará a ser ordenados será tener voluntad, poner interés, adquirir un hábito, ser constante y perseverar, como sucede con cualquier objetivo o meta que nos propongamos en la vida, y que en este caso consistirá en ser felices limpiando y ordenando nuestra vivienda”, asegura Ruiz.
La emprendedora Eva Ruiz, escritora y especialista en orden y limpieza de ambientes interiores, confiesa que al igual que a la mayoría de las personas, a ella no le gusta limpiar. Sin embargo, ha vencido ese escrúpulo, escribiendo un libro sobre “cómo dedicarle el menor tiempo al orden y a la limpieza de casa” y dedicándose profesionalmente a esta misma actividad.
Eva Ruiz (www.laordenada.com) se autodefine como mujer emprendedora e “interior planner” (planificadora de interiores), es decir una profesional que se encarga de planificar y organizar los espacios interiores de viviendas, oficinas y locales para hacerlos más funcionales, adecuados a las necesidades de quienes los utilizan y mejorar su calidad de vida.
“A nadie le gusta limpiar, pero hay que hacerlo. Entonces, ¿por qué no lo hacemos de manera que ello nos produzca paz, tranquilidad, no nos agote ni represente una carga?”, según Ruiz, que enfatiza: ¡Es que se puede limpiar para ser feliz!”.
“Uno también puede ser feliz si le toca la lotería o dando la vuelta al mundo. Pero es algo que no todos podemos hacer. Limpiar, sí. Así que vamos a sacarle partido”, afirma con un toque de ironía y sentido del humor.
Admite que algunas personas no terminan de creerse que la limpieza pueda hacernos felices pero podrán comprobarlo por si mismas si, entre otras medidas, aplican y tienen en cuenta las recomendaciones y claves del libro de Ruiz, ‘Lo que se ensucia se limpia’, como las siguientes:
Ocho consejos clave.
1. El sentido común y la practicidad deben ser las bases en las que se fomente el reparto de tareas. Amar es compartir.
2. En el día a día el objetivo será mantener la limpieza y no ensuciar más de lo necesario.
3. Una persona no es ordenada porque disponga de tiempo, sino que dispone de más tiempo porque es ordenada.
4. Compra con sentido común y no acumules prendas de ropa que solo vayas a usar una vez.
5. No hay que menospreciar el orden en el baño; al ordenarlo, parecerá más limpio durante mucha más tiempo.
6. No es más limpio el que más se dedica a limpiar, sino el que menos ensucia.
7. Los medicamentos no deben guardarse nunca en la cocina ni en el baño.
8. Cuánto más cuidemos los objetos, menos gastaremos y también conseguiremos algo muy importante: contaminar menos.
Ruiz recalca el concepto de “amar no es servir, sino compartir” y la necesidad de repartir las tareas, señalando: “cuando los ‘peques’ terminen de jugar, lo ideal es que acostumbren recoger los juguetes que han esparcido, y que cuando terminemos una tertulia o sobremesa, recojamos la mesa y la cocina entre todos”.
“Si me dieran a elegir entre limpieza y orden, en caso de falta de tiempo, elegiría ordenar antes de limpiar. Si un ambiente está mínimamente ordenado con cada cosa en su lugar, da una sensación de paz y de limpieza, aunque haya polvo”, señala esta organizadora profesional.
“En cambio, si por ejemplo el salón está muy limpio, pero hay juguetes esparcidos por el suelo o ropa sin doblar sobre el sillón o si en la mesa están los platos de una comida reciente, dará una sensación de desorden y de suciedad”, asegura.
“La clave para tener la casa mínimamente limpia y ordenada consiste en limpiar al instante aquello que se ensucia y recoger o guardar enseguida, aquello que hemos utilizado”, recalca.
“Si ensucias el espejo del baño, límpialo en el momento para que no se acumule suciedad. Si cocinas y ensucias, limpia todo al terminar. Si tienes ropa sucia para lavar, métela en el cesto en vez de dejarla en el suelo del baño”, pone como ejemplo.
Ruiz añade que cada uno tiene que “ser responsable de lo que ensucia y desordena y no esperar a que lo solucione quien venga detrás”.
Esta especialista también enfatiza la importancia de hacer un reparto de tareas efectivo y acorde con la edad y capacidad de cada integrante del hogar.
“Como personas que habitan en casa, nuestros hijos e hijas deben participar en las tareas domésticas, por lo que es importantísimo educarlos en el orden y la limpieza”, asegura.
“A un niño de cinco años no se le puede pedir que limpie las persianas de la casa, pero puede aprender a dejar su habitación ordenada y recogida y con la cama hecha. Podrá hacerlo mejor o peor, pero lo importante es que adquiera esa rutina”, señala.
Eficacia, colaboración y voluntad.
De ese modo, los padres contribuirán a que su hijo vea en el futuro las tareas del hogar, el orden y la limpieza, como algo obvio y natural, con lo cual además tendrá más posibilidades de llegar a ser un adulto responsable y autosuficiente, según Ruiz.
Señala que “no es necesario limpiar toda la casa todos los días, sino intentar mantener una limpieza y orden mínimos, en cocina, baños y zonas comunes”.
“Limpiar en el momento aquello que se ensucia y recoger lo que se ha desordenado, no requiere un gran esfuerzo, sino solo un poquito de voluntad”, argumenta.
A partir de este aprendizaje en familia, Ruiz recomienda “hacer una lista de tareas, repartirlas acorde a la edad y al tiempo disponible de cada integrante de la familia y poner todos y cada uno, un poquito de su parte, desde el más pequeño al más mayor, para que la casa se mantenga limpia y ordenada”.
Aunque este aprendizaje lleve un tiempo y requiera paciencia, “todos deben tener claro que son una familia, en la que todos ensucian y desordenan, por lo que cada uno debe ser responsable de lo que le corresponde y también ponerse en el lugar del resto de los miembros del hogar” concluye.