Todos estamos emocionados con las posibilidades que la Inteligencia Artificial nos va dando cada día, pero hay algunas que pintan un futuro algo absurdo. De los sintetizadores y generadores de texto, como los basados en GPT, que permiten transformar una línea en cuatro párrafos o hacer el proceso inversor; y de quienes integran herramientas así en lugares peligrosos.
Ese lugar peligroso es el correo electrónico.
Postureo para enviar correos que nadie leerá
Es en lo que muchos pensamos cuando vimos la demostración de la integración de IA generativa en Google Workspace. Uno de los usos expuestos era el de pasar un texto de no más de doce palabras a uno largo, escrito en un tono formal. Acto seguido, se exponía la habilidad de resumir largos correos en tres puntos clave.
Suena paradójico. Seguramente lo correcto desde el principio era que el emisor, con IA o sin ella, lograse sintetizar esos tres puntos clave. Sobre todo tratándose de un entorno donde nada induce o incentiva a la escritura de varios párrafos si no son necesarios. Ir directos al grano reduciendo o eliminando las florituras.
Sin embargo, es muy posible que nos encaminemos a un futuro en el que recurramos a la IA por postureo, para alargar artificialmente correos que el receptor no leerá, porque ya esa misma IA se encargará de resumirlo. Una de las herramientas más avanzadas del mundo, llamadas a cambiarnos la vida, siendo usada para promover el diálogo de besugos.
No es lo único que hace ni hará y hablar de ella a largo plazo es complicado, como era complicado en 1998 predecir cómo estaríamos veinticinco años después gracias a la llegada de Internet. No obstante, hay externalidades que parecen obvias. Igual que esa llegada mató a los videoclubs o las enciclopedias, esta nos traerá párrafos que nadie leerá jamás.
ChatGPT puede hacer también este tipo de cosas, pero no hay nada comparable con una función integrada en la web o la app que produzca un resultado perfecto con solo pulsar un botón. Va a ser tan fácil expandir o reducir correos que se disparará su uso. De la misma forma que se hizo tan fácil mandar mails masivos a una base de datos que llegó el spam.
Esto último se pudo haber evitado si los envíos de correos costasen dinero, aunque fuese una fracción ridícula, como 1 dólar por cada mil correos. Hoy no tendríamos tantos problemas de spam. No parece que Google, reina de los servicios gratuitos, vaya a poner un freno a los correos innecesariamente eternos.